En 2008 había más de 1 400 millones de adultos con sobrepeso en el mundo y la obesidad se ha duplicado desde 1990. En los Estados Unidos, un tercio de los adultos son obesos y se estima que antes del año 2030 el 65% de los estadounidenses será obeso. Pero esto no es un problema que afecta solo a los individuos en Estados Unidos o en Europa, ya que la tasa de obesidad es muy alta a nivel global y el problema no solo se relaciona con el desarrollo económico.
A menudo, la sociedad acusa y estigmatiza a las personas obesas por su peso, porque la obesidad se considera el resultado de algunos comportamientos equivocados. Aunque existen fundamentos para afirmar que la mayoría de las veces la obesidad es causada por factores relacionados con el comportamiento del individuo, también es cierto que en algunos casos la genética, la adaptación metabólica y el ambiente pueden tener un rol preponderante en el aumento desmesurado de peso.
Los medios de comunicación son en gran parte responsables del estigma que gira alrededor del aumento de peso y la obesidad, pero el prejuicio también se puede encontrar fácilmente entre los mismos operadores sanitarios. Actualmente el estigma sigue presente, a pesar de que es de conocimiento común que algunos individuos engordan más fácilmente que otros debido a su predisposición genética.
Estar delgados no quiere decir gozar de buena salud, así que es necesario dejar de ridiculizar a las personas con sobrepeso y empezar a educar a toda la población para que se alimente correctamente.
Para perder peso se necesita algo más que el simple cambio de comportamiento, porque las personas no engordan solo a causa de la pereza y la gula. Los factores biológicos tienen un rol fundamental en la gestión del peso, incluso más que los relacionados con el comportamiento.
Ya en el año 1972, el fisiólogo y nutricionista británico John Yudkin, en su libro “Pure, White and Deadly” (en español, Puro, blanco y letal) afirmaba que las personas comían demasiado azúcar, hecho que no solo estaba engordando a la población sino que también estaba provocando daños en el hígado y causando enfermedades cardiovasculares y, en algunos casos, incluso cáncer.
La Organización Mundial de la Investigación del Azúcar calificó las investigaciones de Yudkin como ciencia ficción y la industria alimentaria apoyó la teoría de que el verdadero peligro eran las grasas saturadas. El problema de Yudkin se debía a la imposibilidad de demostrar la relación entre el azúcar y las enfermedades. Hoy sabemos que son los hidratos de carbono —de los cuales el azúcar es la forma más peligrosa— los principales responsables del colesterol LDL, causa de muchas enfermedades cardíacas.