En la vida, parece que la felicidad se aleja cuando la buscamos. Nunca podremos llegar a ella buscándola activamente, pero tampoco la obtendremos por casualidad. La felicidad es una elección, una condición que se cuida y sólo se puede llegar a ella estando totalmente comprometido con cada detalle de la vida, en el bien o en el mal. La capacidad para aprender a controlar nuestra experiencia interior – es decir la conciencia - determina la calidad de vida y es una de las condiciones fundamentales para ser felices. La conciencia funciona como un centro de recolección de información y selección de sensaciones, percepciones, sentimientos e ideas, que nos permite establecer nuestras prioridades. La conciencia también puede imaginar y crear nuevas informaciones: esto quiere decir que es posible generar deliberadamente un nuevo estado de conciencia. Básicamente, podemos hacernos felices cambiando nuestra conciencia, pero sólo si somos capaces de ordenarla para tener un mejor control sobre ella, y es aquí donde interviene la intención consciente.
Quien tiene el control de la propia conciencia es capaz de focalizar su atención, filtrar las distracciones y concentrarse durante todo el tiempo necesario para conseguir un objetivo, y de este modo ser una persona plena no sólo en momentos ocasionales, sino también durante la vida cotidiana. Podemos sentir placer y plenitud independientemente de lo que pasa a nuestro alrededor, la diferencia está en la interpretación de los hechos que determinará el contenido de nuestra vida. Por lo tanto, el secreto para tener una vida plena y feliz es buscar experiencias óptimas, durante las cuales nuestras habilidades están a la altura de la tarea que queremos llevar a cabo. Sentimos que controlamos nuestras acciones y somos dueños de nuestro destino, concentrados en lo que estamos haciendo con un profundo compromiso. Los mejores momentos de la vida se producen cuando el cuerpo o la mente llegan a su límite a través de un esfuerzo voluntario para hacer algo digno y desafiante. Estas experiencias no siempre son fáciles - piensa, por ejemplo, a un alpinista concentrado en llegar a la cima - pero contribuyen a crear en nuestro interior una sensación de plenitud y control sobre la vida que nos acerca a la felicidad. Este estado de experiencia óptima interior coincide con un estado de orden en la conciencia, ya que cuando concentramos toda la atención en una tarea nos olvidamos momentáneamente de todo lo demás y nuestras prioridades se vuelven cristalinas. La atención se focaliza sin esfuerzo, no hay ningún motivo para preocuparse y nos sentimos conscientes de nosotros mismos y del hecho de estar en el camino correcto. Este tipo de experiencia es la experiencia del flujo. En estos momentos nuestro ser se diferencia y a su vez se integra: la diferenciación nos hace personas únicas, la integración nos permite estar en armonía con nosotros mismos y con el mundo. Combinando diferenciación e integración las experiencias de flujo hacen que el concepto de uno mismo sea más complejo, porque ampliar nuestras habilidades y abordar retos ambiciosos nos hace crecer interiormente para convertirnos en seres humanos más completos. El flujo se puede encontrar en todas las actividades: mentales, físicas, laborales, de ocio, a solas o acompañados. Tenemos la capacidad de experimentar el flujo a través de nuestros pensamientos, del movimiento, del proceso creativo, de la satisfacción de las necesidades físicas básicas o a través de las tareas mentales complejas como jugar al ajedrez, resolver crucigramas o pasar tiempo con amigos y familiares. Pero, para vivir todas estas actividades como experiencias óptimas de flujo tenemos que aprender a ejercitar el control sobre nuestra conciencia, con un entrenamiento constante. Igual que los atletas o los músicos, tenemos que entrenarnos para percibir experiencias óptimas. Para lograr nuestro ideal de vida seguramente tendremos que luchar para superar los obstáculos que nos encontraremos, grandes y pequeños: el secreto está en aprender a disfrutar de la lucha. En resumen, para una vida llena de experiencias óptimas existen tres componentes esenciales:
- Objetivos intrínsecos: tenemos que escoger conscientemente objetivos que harán de estructura para las experiencias de flujo. La elección de estos objetivos se basará en su valor y en el placer que obtenemos mientras los logramos. Por ejemplo, podemos decidir que queremos entrenarnos para una maratón, pero sólo podrá ser una experiencia de flujo si lo hacemos para nosotros mismos como un reto personal, y no para podérselo contar a los amigos.
- Atención: es la manera en la que seleccionamos las informaciones y las llevamos a la conciencia. Es energía canalizada hacia algo y precisamente por esto nuestra vida acabará por adaptarse a la manera en la que queremos usar la atención. Para vivir experiencias óptimas la atención tiene que focalizarse en la tarea que estamos realizando y en el objetivo al que queremos llegar.
- Plenitud: es el placer que se obtiene cuando se logra el objetivo. Además también se percibe durante toda la duración de la acción y está relacionada con el hecho de hacer algo nuevo y desafiante.