Roseto es un pequeño pueblo en la provincia de Foggia, a ciento sesenta kilómetros de Roma. Al final del siglo XIX, un grupo de sus habitantes emigró a Pennsylvania, en los Estados Unidos, en busca de fortuna. Se sintieron tan bien, que poco a poco empezaron a migrar muchos de sus paisanos hacia el nuevo mundo. En 1894 eran casi 1200 los habitantes de Roseto que habían solicitado el pasaporte estadounidense. Todos trabajaban en una mina de pizarra y poco a poco construyeron un pueblo al que también llamaron Roseto.
Todos los habitantes del nuevo pueblo gozaban de muy buena salud. La tasa de mortalidad era inferior del 30-35% respecto a los estadounidenses. No había casos de suicidio, ni de adicción a las drogas o alcoholismo y los delitos eran muy pocos. En Roseto, ¡las personas morían de vejez!
Roseto fue objeto de estudio por parte de médicos e investigadores que lo definieron como outlier o en español fuera de serie, es decir un lugar anómalo, en donde las reglas habituales no son válidas. Outlier es una palabra inglesa, que en estadística indica un dato muy diferente a la muestra que viene examinada, algo que no forma parte de lo ordinario (y es también el título de este libro en su versión original).
Los médicos y los investigadores querían entender cuál era el secreto de la óptima salud de los habitantes de Roseto: no era la alimentación, ni el ejercicio físico, ni una cuestión genética, y tampoco era gracias a la posición geográfica del lugar en el que vivían. Después de varios estudios e investigaciones, llegaron a una conclusión muy sencilla pero impactante: los habitantes de Roseto vivían bien (y morían de vejez) porque eran una pequeña comunidad muy compacta en donde todos se ayudaban y tenían núcleos familiares muy numerosos que vivían en armonía. Su buena salud era el resultado del pequeño mundo que se habían construido, con una estructura social fuerte que les permitía sentirse seguros y protegidos.
Fue un descubrimiento revolucionario, hasta ese momento nadie en el campo médico había pensado que la comunidad podía intervenir en el estado de salud de las personas. Por primera vez, el bienestar no era solo un hecho individual relacionado con sus elecciones de vida, sino que también dependía del ambiente en el que vivían y de las personas con las que cotidianamente interaccionaban. El elemento fuera de lo común que hacía que el pueblo de Roseto fuera “extraordinario” era el sentido de comunidad que lo caracterizaba.