Según el filósofo griego Aristóteles, el hombre es un organismo teleológico (teleos, que en griego significa "objetivo") y toda acción humana tiene un fin. Por esta razón, solo somos felices cuando estamos haciendo algo que nos lleva a hacer realidad un deseo. Teniendo esto en cuenta, las grandes preguntas acerca de la vida son las siguientes: ¿cuáles son nuestras metas? ¿Qué propósitos buscamos? ¿Dónde queremos estar al final del día? El concepto clave que debemos dominar para tomar el control de nuestra vida es que todo lo que hemos construido hasta ahora, para bien o para mal, nació de un pensamiento, un deseo o una esperanza. Los pensamientos son creadores poderosos, ya que son capaces de formar y moldear nuestro mundo y la realidad en la que vivimos.
La importancia de fijarse metas no es una opinión, sino un hecho probado científicamente, como lo demuestra la investigación que se llevó a cabo en Harvard entre 1979 y 1989. A los graduados del programa MBA de 1979 les preguntaron si habían establecido y puesto por escrito sus metas y los planes para lograrlas. Solo el 3 por ciento lo había hecho, mientras que el 13 por ciento dijo que tenía metas pero que no las había escrito. El 84 por ciento restante de los que se graduaron ese año no tenía una meta concreta. Diez años después, en 1989, los investigadores volvieron a entrevistar a los exalumnos de esa clase y descubrieron resultados sorprendentes. El grupo que había declarado que tenía metas no escritas (el 13 por ciento del total) en promedio ganaba el doble que el 84 por ciento que terminaron la universidad sin metas, mientras que quienes formaban parte del 3 por ciento que tenían metas claras y escritas, en promedio ganaban diez veces más que sus compañeros de clase.