Ser líder requiere competencias en continua transformación.
Se trata de capacidades profesionales, decisionales, relacionales… todas ellas características fundamentales que necesitan de una habilidad superior, es decir la de mejorarse a sí mismo.
De hecho, un líder es capaz de cambiar el mundo que lo rodea, pero para hacerlo tiene que ejercitarse y cultivar una serie de buenos hábitos.
Brad Lomenick identifica 3 aspectos básicos para realizar este proceso de cambio. Estos son la capacidad de ser humildes, la ambición, que los ingleses llaman Stay Hungry (ser insaciables), y la perseverancia, es decir la habilidad para insistir. Su mantra es: “sé humilde, ambicioso y perseverante”.
Dentro de estas tres palabras nos encontramos con los hábitos que tenemos que desarrollar.
Lomenick identifica 20 hábitos que si los aplicamos bien pueden convertirnos en un líder más fuerte y consciente.
En el curso de su vida, el ser humano debe responder a tres preguntas: ¿quién soy, dónde voy y cómo llego? Según Lomenick los buenos hábitos que tenemos que cultivar se encuentran en estas preguntas. Todo lo que queda fuera de estos tres ámbitos es irrelevante en relación al proceso de liderazgo.
La primera pregunta es “quién soy” y se resume con la invitación a la humildad (Be Humble).
La humildad permite el conocimiento de uno mismo. En esta categoría podemos incluir la apertura hacia el prójimo, es decir la capacidad de expresarse sinceramente, la docilidad por un lado y la firmeza por el otro, poder escuchar las razones de los demás, pero también poder respetar las propias convicciones. Aquí además se incluyen la Fe y el deseo de seguir la propia misión.
La humildad trata sobre el aspecto individual, el más íntimo, en cambio la segunda categoría responde a la pregunta “dónde estamos yendo” e invita a ser ambiciosos (“Stay Hungry”).
En esta categoría, los hábitos que tenemos que adquirir son la curiosidad, la ambición, la pasión, la innovación, la inspiración y el coraje.
Por último, la tercera categoría trata sobre la perseverancia (“Always Hustle”), es decir la capacidad para llegar a la meta. Consiste en una categoría más social porque también incluye a otras personas.
Entre los hábitos que reúne la tercera categoría están el deseo de alcanzar la excelencia (es mejor no conformarse y fijarse objetivos más ambiciosos), la capacidad de ejecución y también la capacidad de aliarse, hacer trabajo en equipo y fomentar el compañerismo. De hecho, los mejores resultados siempre se logran gracias a la confrontación y la colaboración.
En esta última categoría se incluyen además las capacidades de crear y dejar espacio para otras actividades, como el cuidado de la familia, el ocio creativo y la generosidad.
El concepto clave para el autor es que ser líder no depende tanto del número de seguidores que este tiene, sino de la capacidad para mejorar la vida de las personas que lo rodean. Ser buenos líderes se convierte en una verdadera misión moral debido a los importantes cambios que podemos llevar a cabo.
Los líderes tienen el poder de influir en el curso de los eventos, cambiar organizaciones, estructuras y procesos enteros, y por esto pueden realmente inventarse un mundo mejor.