El 95% de lo que pensamos, hacemos y obtenemos es el resultado de nuestros hábitos. Desde la infancia desarrollamos respuestas condicionadas que producen comportamientos automáticos. Pero como todos los hábitos se aprenden a través de la práctica y la repetición, también es posible aprender a cualquier edad los hábitos que pueden convertirnos en personas exitosas. Para ello, primero debemos entender algunas "leyes fundamentales", hacerlas nuestras y actuar en consecuencia.
La primera es la del control: esta ley establece que nos sentiremos felices en la medida en que controlemos nuestras vidas. La psicología ha definido la teoría del locus (lugar) de control, distinguiendo entre un locus interno y uno externo. Aquellos que se sienten dueños de lo que sucede, perciben su vida como resultado de sus propias acciones y su forma de ser, es decir, tienen un sólido locus de control interno. Aquellos que creen que su vida está controlada por otros —el trabajo, el jefe, las experiencias de la infancia, la mala suerte— están sujetos a locus externos y se sienten víctimas.
La segunda ley establece que todo lo que se crea con verdadera convicción se convierte en la realidad de quien lo piensa. La verdad es que no creemos lo que vemos, sino que vemos lo que creemos. En otras palabras, las creencias profundas producen la visión del mundo y si éstas son negativas, se convierten en factores auto-limitantes. Si nos damos por vencidos o, peor aún, si le decimos a otros que no tenemos ciertas habilidades, ésta será la realidad de los hechos. Lo que pensamos de nosotros mismos es en lo que nos convertimos.
La ley de las expectativas es muy similar: si esperamos algo con confianza, sucederá. Pero hay que tener muy presente que estamos hablando de expectativas, no de esperanzas. Cuanto más seguras sean las expectativas, más probable es que actuemos de forma coherente con ellas y que éstas se cumplan.
De acuerdo con la ley de atracción, atraemos a nuestras vidas personas, ideas y circunstancias que armonizan con nuestros pensamientos dominantes. Las emociones y los pensamientos positivos atraen a personas y circunstancias positivas. Piensa en lo que sucede si entras en una habitación sonriendo o, si por el contrario, lo haces con la frente arrugada y con muestras de ansiedad: seguramente el clima y la actitud de los demás se volverán en tu contra.