Hablar eficazmente quiere decir saber comunicar un mensaje.
La palabra comunicación deriva del latino communico, y consiste en la manera en cómo un pensamiento se transmite de una persona a otra. Así que, cuando hablamos de comunicación hay que tener en mente el medio con el que transmitimos el mensaje (es decir la voz, un gesto, un correo electrónico) y el objeto (por ejemplo una imagen).
La interacción, en cambio, es algo más avanzado que implica un diálogo entre personas. A diferencia de la comunicación, la interacción no se limita a dar una información, sino que se espera una respuesta del interlocutor con la posibilidad de influenciarse mutuamente.
El funcionamiento de la interacción ha sido objeto de estudios científicos y sigue unas reglas precisas ya que responde a los estímulos del cerebro.
En una negociación comercial, por ejemplo, si conocemos las diferentes maneras en las que el cerebro humano reacciona, nos será posible escoger las palabras más adecuadas según las reacciones que el cerebro tenga en esa situación.
Existe una ciencia que estudia las interacciones humanas. Consiste en el modelo HCE (Human Connections Engineering), un método con base científica que relaciona las cinco inteligencias propias de una persona.
Aunque parezca un esquema complejo, la profundización en este tema puede estimular la curiosidad para entender más y mejor.
Según el método HCE cada uno de nosotros dispone de cinco inteligencias (estratégica, conductual, ambiental, lingüística y emocional) y, a su vez, cada inteligencia tiene 15 aspectos o características.
Durante una interacción todos estos aspectos entran en juego como variables y es por esta razón que los resultados de un encuentro pueden ser muy diferentes.
Imaginemos que dos personas quedan para verse en una estación de tren. Llueve y se ven obligados a entrar en una sala de espera con colores neutros y con poca decoración. Este ambiente condicionará mucho la conversación de las dos personas, no solo las palabras que dirán sino también los gestos.
Si en cambio decidieran verse en una sala de té acogedora con muebles de madera y con plantas que hacen que la atmósfera sea más cálida, la conversación será mucho más fluida y habrá muchas posibilidades de que vaya en la dirección deseada.
Este ejemplo es útil para entender el principio básico del modelo HCE: cada pequeño detalle cuenta; el desenlace de una interacción deriva del conjunto de muchos factores que influyen en el resultado.
Sin embargo, aunque sea un método científico, es un modelo abierto que cambia según las situación.
El hecho de quedar en una estación de tren y no en una sala de té puede ser una elección estratégica según la respuesta que queremos obtener. El lugar perfecto y la situación ideal existen, pero es indispensable planificar todo según los elementos que tenemos a disposición.
Por lo tanto, el modelo HCE resulta ser una potente herramienta de conocimiento. Siempre empezaremos por nosotros mismos porque seguir el método quiere decir perfeccionar la conciencia y favorecer la propia capacidad comunicativa, para lograr influenciar la conversación en una eventual interacción, con la esperanza de hacer que el mundo sea un lugar mejor.
De hecho, demasiadas veces nos vemos obligados a escoger, pero no estamos preparados ni somos conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor. La implicación de un comportamiento inconsciente se manifiesta pasado un tiempo cuando descubrimos que tomamos las decisiones equivocadas. Así que, el beneficio de seguir el método HCE consiste en la posibilidad de decidir consciente y adecuadamente para limitar las posibilidades de error. Es inútil negar que la calidad de nuestra vida depende de las decisiones tomadas, si son correctas estas influenciarán de manera positiva los días siguientes, pero si son erróneas será difícil volver atrás para corregir el error. Es imprescindible escoger bien sabiendo que la calidad es más importante que la cantidad de decisiones tomadas. Cuando preguntaron a Obama por qué se vestía siempre igual, respondió que tenía decisiones más importantes que escoger qué ropa ponerse. Elegir qué escoger ilustra bien el próximo concepto de cómo funciona el comportamiento humano.