Los actores de alto rendimiento se pueden encontrar en cualquier ámbito del conocimiento, las profesiones y el deporte. Desde las aulas de las escuelas, hasta las oficinas de las grandes compañías pasando por los estadios llenos de hinchas, existen individuos que se distinguen por sus capacidades de llevar a cabo una tarea mejor que los demás, con constancia y manteniendo el estándar a largo plazo. Es una creencia común que los hombres y las mujeres con estas características tengan un don innato, un talento natural que les permite destacarse de sus colegas y compañeros de equipo, para alcanzar niveles de rendimiento superiores.
En realidad, no existe nada de esto. Estas personas no están más dotadas ni tienen más suerte que los demás, sino que adoptan planteamientos diferentes en sus vidas. De hecho, son los sistemas los que diferencian a los profesionales de los aficionados: para ser extraordinarios es necesario tener la mentalidad adecuada y desarrollar una serie de hábitos que conducen por el camino del éxito y permiten que la persona permanezca en él. Se trata de seis hábitos, los primeros tres se relacionan con la esfera personal y son la claridad, la energía y la necesidad; los otros tres se vinculan con la esfera social y son la productividad, la influencia y el valor.
La dificultad está en el hecho de que no son hábitos innatos y, a pesar de la práctica repetida, nunca se convertirán en automatismos, así que requieren consciencia y fuerza de voluntad día tras día. Visto que son una característica que todas las personas que obtienen grandes resultados tienen en común, tal y como demuestran las investigaciones hechas con líderes, atletas profesionales y otros actores de alto rendimiento, implementar estos hábitos en nuestra vida cotidiana nos abrirá las puertas del éxito y la realización, ya sea personal que profesional.