Una buena estructura es más que un proyecto o una meta cuando se trata de actividad mental, porque nos permite pasar de una actividad a otra sin problemas, sin comprometer nuestra concentración y sin perder de vista todo el proyecto. Una estructura confiable nos libera de la carga de tener que recordar y hacer un seguimiento de todo. Si no tenemos que esforzarnos por retenerlo todo en nuestra mente, podremos empezar a concentrarnos en lo que es realmente importante: el contenido, el tema y las ideas. De esta forma, tendremos la posibilidad de entrar en el flujo, que es el estado en el que perdemos la noción del tiempo y simplemente seguimos adelante con nuestro trabajo, sin hacer ningún esfuerzo.
Pero cuidado: crear una estructura de trabajo no significa "hacer planes" que presionen a la persona que tiene que seguirlos, incluyéndonos a nosotros mismos. El objetivo es poder crear un flujo de trabajo que no se vea obstaculizado por algún imprevisto y que, por el contrario, siga hacia adelante. Obviamente, es muy perjudicial volverse adicto a un plan en el cual una idea nueva, un descubrimiento innovador o una brillante intuición podrían ponerlo en crisis. Debemos entonces crear una estructura que sea flexible y capaz de "aceptar" las novedades que encontremos en el camino.