No nos damos cuenta, pero en realidad estamos viviendo en una Edad de Hielo. A causa de la brevedad de la historia de la humanidad, tener los polos cubiertos de hielo nos parece algo normal, pero en realidad es un fenómeno único en la larga vida de nuestro planeta. Pensando en esto, podemos entender cuán frágil es el equilibrio en el que se basa el clima y, como consecuencia, la vida tal y como la conocemos. Con muy poco se podría modificar este estado actual de manera definitiva, provocando consecuencias desastrosas: seis grados de temperatura son los que pueden cambiar las condiciones climáticas de todo el planeta, y son los que provocan la corriente del Golfo.
Si Groenlandia no estuviera en medio de su camino, la Corriente del Golfo podría calentar el Ártico de seis grados y la sutil capa de hielo que flota sobre la superficie del Océano Ártico desaparecería. Esto cambiaría el clima de la región templada de todo el hemisferio septentrional: hoy en día, gracias a la superficie blanca y lúcida del hielo, la energía solar se refleja y toda la región polar se mantiene fría. Si el hielo empezara a deshacerse, la superficie del océano sería líquida y oscura: el calor del Sol se absorbería y el proceso de calentamiento se difundiría en toda la región ártica.
Tenemos que pensar en el clima como algo que no viene del cielo, sino del mar, porque es el fruto de un sistema complejo y estable de corrientes en movimiento. El agua caliente de la Corriente del Golfo fluye sobre la superficie del océano hasta llegar al lado occidental del Atlántico Norte, moviendo treinta millones de metros cúbicos de agua al segundo. Esta especie de “río” forma parte de un sistema de corrientes que fluyen desde el Pacífico tropical hasta el Cabo de Buena Esperanza, acumulando calor durante gran parte de este largo viaje. El agua caliente es menos densa que la fría, así que forma una corriente superficial, capaz de calentarse cada vez más. Además, esta masa de agua también es muy salada porque el calor recopilado y la posición superficial provocan la evaporación. Cuando llega al extremo Norte del Atlántico, la corriente cede su calor a los vientos que en aquellas latitudes soplan de oeste a este, llevando el calor hacia Europa. A este punto, después de haberse enfriado a causa de la densidad y del peso debido al alto contenido de sal, la masa de agua baja en las profundidades oceánicas y completa su ciclo para volver al Pacífico septentrional.
Si la Antártida se deshiciera, el agua fría poco salada se introduciría en esta circulación perfecta, destruyendo el equilibrio y modificando de manera dramática las condiciones climáticas a las que estamos acostumbrados: Europa tendría el clima de Vancouver, que en cambio pasaría a tener las temperaturas que hoy en día tiene Irlanda.
A causa de lo que los científicos llaman "retroalimentación positiva", pequeños cambios en el equilibrio de la Tierra pueden tener grandes efectos sobre el clima global. Ya que vivimos en una fase relativamente cálida de lo que a todos los efectos es una edad de hielo, un cambio de unos pocos grados podría significar la llegada de una edad de hielo destructiva.