Una empresa saludable está compuesta por personas que saben reconocer la evolución de la misma desde el punto de vista financiero. Estas personas son conscientes del impacto que las finanzas tienen en su realidad laboral. Tener conocimientos financieros ayuda a sentirse más involucrado en el propio trabajo y a apreciar mejor los resultados obtenidos. Los autores llaman a esta habilidad inteligencia financiera. La inteligencia financiera no es un talento con el que se nace, no es una habilidad que se tiene o no se tiene. Al contrario, podemos cultivarla y desarrollarla. Es cierto que hay personas más inclinadas hacia los números que otras. En esto no se puede hacer mucho. Sin embargo, también es cierto que podemos trabajar nuestras habilidades en este campo. Quienes no son buenos con los cálculos no deben rendirse en absoluto.
En general, podemos decir que aquellos que trabajan en finanzas hablan un idioma desconocido para la mayoría. Parece que hablan un lenguaje propio, complicado e incomprensible. Esta impresión no la tienen solo aquellos que realizan trabajos alejados del mundo económico, sino también los gerentes de grandes empresas que no han recibido ninguna educación financiera. Aquí es donde la inteligencia financiera puede llenar este vacío a través de algunas habilidades que se pueden adquirir.
La primera habilidad permite que el gerente o el trabajador lea algunos documentos fundamentales, como el Estado de Resultados, que es el documento contable que muestra los costes y los ingresos de la empresa. También pueden leer el llamado Balance General, que es el documento contable que resume los activos y pasivos de una empresa en un momento determinado. Una buena inteligencia financiera, además, permite evaluar sin miedo el análisis de las inversiones, es decir, la evaluación de la inversión en términos de ingresos, riesgo y valor de reventa. Por último, aquellos que tienen inteligencia financiera son conscientes de que los números no lo son todo y, sobre todo, no lo dicen todo. Se deben tener en cuenta otros factores como la competencia, las nuevas tecnologías y las expectativas de los clientes. Estos elementos influyen en la forma en que los números se interpretan y, en consecuencia, en las decisiones que se devuelvan.