Los estudios en el campo de las neurociencias sociales han demostrado que el cerebro humano es social por naturaleza y que recibe por instinto señales de otros cerebros. Es como si cada persona estuviera preparada para conectarse con los demás. Además, las relaciones que mantenemos modelan nuestra mente e influyen en nuestro cuerpo. La inteligencia social es la capacidad humana para interaccionar de manera virtuosa con las otras personas, creando relaciones basadas en la escucha que consienten un cambio positivo en nosotros mismos y en nuestras relaciones con los demás. Es la capacidad para interpretar correctamente las situaciones sociales, las emociones y los sentimientos de los demás, para luego actuar consecuentemente. La empatía es la base de la inteligencia social, valiosa habilidad que nos permite ponernos en el lugar de los demás y percibir profundamente sus estados de humor y sentimientos, ya sean positivos o negativos. La inteligencia social tiene un impacto profundo en cada aspecto de nuestra vida porque hace que el mundo sea comprensible y nos permite responder de manera apropiada al comportamiento de las demás personas. Visto que como seres humanos somos animales puramente sociales, estamos biológicamente programados para la cooperación, el altruismo y la empatía. Como consecuencia, para ser realmente felices, no es suficiente saber gestionar nuestra vida emocional, sino también aprender a relacionarnos y a llevarnos bien con las demás personas. Cuantas más conexiones creemos con los demás, mejor será. Incluso la manera con la que interaccionamos con nuestro ambiente social tiene profundas consecuencias sobre nuestra salud mental y física. Precisamente por esto es importante ejercitar la inteligencia social: solo de esta manera podremos vivir nuestras relaciones con plenitud —cualesquiera que sean— y construir activamente el diálogo con los demás.