La libertad financiera tiene un significado subjetivo, depende del tipo de vida que nos imaginamos y de los objetivos que nos fijamos. Alguien puede querer un futuro sin débitos ni hipotecas, otra persona una reducción de las horas de trabajo, o la posibilidad de convertirse en empresario. De todos modos, hay algo que todos tenemos en común, y es el hecho de que tenemos una visión "binocular", capaz de mirarnos tal y como estamos ahora, en nuestra vida actual, y contemporáneamente a cómo estaremos en el futuro, en la vida que imaginamos. Ambos escenarios tienen que asegurarse a través de la capacidad de gestión del dinero.
Ser capaces de invertir el propio dinero no significa solamente evitar el coste del asesor, también significa huír de la idea equivocada de que el ahorro es una forma —muy conservadora— de inversión. El enemigo más grande del ahorrador es la inflación: si no conseguimos que nuestros ahorros crezcan al mismo nivel que la tasa de inflación, estaremos perdiendo dinero incluso sin gastarlo.
La motivación al ahorro no puede limitarse a no gastar: la inflación hace que el coste de la vida sea más alto en el futuro, incluso si no cambiamos costumbres respecto a nuestra vida actual. Esto significa, que si hoy nos gusta y podemos permitirnos una cena en un buen restaurante, no es seguro que podamos hacerlo en el "escenario del mañana": seguramente nuestro dinero tendrá un valor menor, así que necesitaremos más para hacer las mismas cosas.
A nivel macroeconómico, los economistas consideran que la inflación es una fuerza positiva. Según algunos estudios llevados a cabo por el Fondo Monetario Internacional, con una tasa de inflación baja y estable se genera un círculo virtuoso de consumo, salarios y puestos de trabajo: se crean más lugares de trabajo y los salarios aumentan. Sin embargo, si la inflación sube más de un cierto nivel, entonces el poder adquisitivo se reduce, el consumo baja y se pierden puestos de trabajo. Es aquí que el valor de los ahorros se erosiona. En cuanto a los mercados de valores, generalmente se obtiene un resultado opuesto: normalmente suben con la inflación porque los ingresos y los beneficios de las empresas incrementan.