Uno de los puntos de partida para entender las diferencias entre nosotros, los occidentales, y China, es la escritura, que se presenta con un sistema completamente "diferente" al alfabeto al que estamos acostumbrados. Es un sistema muy antiguo, cuyo proceso de unificación y regulación se inició en el año 221 a.C. debido a la necesidad de administrar un imperio como el chino. De lo contrario, hubiera sido imposible. En el siglo VII d.C., el alfabeto ya estaba definido y su papel era muy fuerte. Los exámenes para convertirse en burócrata se basaban, entre otras cosas, en la corrección formal de la escritura del candidato.
Se considera que China es grafocéntrica, es decir, una nación en la que la escritura ha condicionado a toda la civilización. Los logogramas que la componen son la clave para entrar en otro mundo, literalmente. Consta de 85 000 signos, aunque basta con conocer tres o cuatro mil para poder leer un libro o un periódico, y solo los intelectuales superan los 6 000. Cada logograma expresa un concepto y funciona como un ladrillo Lego cuyo significado cambia cuando se asocia con otros. Con el tiempo, los signos se volvieron abstractos para poder representar conceptos, pero gracias a la unificación gráfica, en la actualidad existen tres tipos diferentes de logogramas: los que representan un concepto o un objeto a través de la estilización, los que fusionan los anteriores y los que son "fonético-semánticos". La mayoría de los vocablos están conformados por dos signos yuxtapuestos.
A principios del siglo XX se preguntaron si no sería mejor abandonar por completo los logogramas para no cerrarse a un mundo que evolucionaba de manera acelerada, con nuevas rutas comerciales y relaciones diplomáticas. Después de la Segunda Guerra Mundial, la escritura se simplificó y el mandarín estándar fue declarado lengua nacional. El Partido Comunista de China promovía estas acciones para aumentar la tasa de alfabetización.
El segundo desafío surgió a fines de los años setenta, cuando se volvió evidente que la escritura china podía convertirse en un obstáculo para las tecnologías de la información. La pregunta era ¿cómo escribir en chino con un teclado? El problema ya se había presentado con las máquinas de escribir, pero el razonamiento y los experimentos llevaron a dos intentos fallidos.