Hoy, con las noticias desagradables que vemos en los medios cada día, las tasas de depresión que aumentan cada vez más, los episodios de ira descontrolada, el estrés y la tristeza de los que muchas veces somos testigos, tenemos la sensación apremiante de que nunca tenemos el control total de nuestras emociones. Afortunadamente, la neurociencia está avanzando en este sentido, ya que conocemos cada vez más las emociones y sus mecanismos. De esta manera, tenemos más herramientas para manejar las crisis emocionales que afligen a nuestra sociedad. Los nuevos descubrimientos científicos atribuyen una importancia cada vez mayor a la inteligencia emocional. Solo cultivándola de forma sistemática podremos aspirar a un futuro más pacífico porque podremos gestionar nuestras emociones de forma consciente.
Pero, ¿por qué las emociones son tan importantes en nuestra vida? Hay situaciones que son muy complejas, como una pérdida dolorosa, momentos de gran peligro o la creación de un núcleo familiar, y resultan difíciles de sobrellevar solo con la mente racional. Todos sabemos por experiencia propia que cuando llega el momento de tomar decisiones y actuar, los sentimientos son tanto o más importantes que el pensamiento racional. Por ello, un enfoque de la naturaleza humana que ignore el poder de las emociones sería muy limitado. Los sentimientos son indispensables en los procesos de toma de decisiones de la mente racional, ya que nos indican la dirección correcta en la que más tarde la lógica resultará ser muy útil. Cuando las decisiones importantes se vuelven complejas, las enseñanzas emocionales que la vida misma nos ha impartido envían señales que limitan el campo de la decisión, y por lo tanto lo facilitan. En la práctica, es como si tuviéramos dos mentes distintas: una piensa, la otra siente. Son dos modalidades de conocimiento, diferentes en esencia pero que interactúan en la construcción de nuestra vida mental. La mente racional es la forma de comprensión de la que normalmente somos conscientes, porque predomina en la conciencia y la reflexión y es capaz de deliberar. La mente emocional es la otra cara de la moneda: es impulsiva y a veces ilógica, pero muy poderosa y se activa cuando tenemos sentimientos. Y cuanto más intensos son, más predomina la mente emocional, mientras la racional se vuelve menos eficaz. Por lo general estas dos mentes trabajan en forma coordinada, pero cuando la intensidad de las pasiones aumenta, la mente emocional toma el control y se pierde el equilibrio, por lo que nuestra capacidad de razonamiento se ve abrumada. Sumado a esto, como decíamos, las emociones influyen en nuestro proceso de toma de decisiones, por lo que nos empujan a actuar. Las emociones son impulsos de acción que nos ha dado la evolución para poder manejar las emergencias cuando se presentan. Lo dice la misma etimología de la palabra, que deriva del latín moveo, "mover". El problema surge cuando vemos cómo se dio el progreso de la civilización, que fue tan rápido que la evolución no pudo seguir su ritmo, por lo que terminamos viviendo los típicos problemas de la era posmoderna pero teniendo a disposición un repertorio emocional básico. No es sorprendente que muchas veces veamos que hay una desconexión entre la emoción que sentimos y la acción que le sigue.
Ante este desapego y la capacidad de la mente emocional de someter a la racional, es fundamental que desarrollemos la inteligencia emocional, que es un conjunto de habilidades que nos permiten aumentar la consciencia, controlar nuestros sentimientos negativos de una manera más efectiva, mantener nuestro optimismo, ser perseverantes a pesar de las frustraciones, aumentar nuestra capacidad de empatía y cuidado hacia los demás, cooperar y establecer vínculos sociales.