Putin es el presidente de la Federación Rusa en su cuarto mandato no consecutivo. Antes de convertirse en un político, Putin era un militar y un ex funcionario de la KGB, el Comité para la Seguridad del Estado, hoy en día denominado FSB.
Después de haber ocupado el cargo de funcionario de la inteligencia durante 16 años, hasta llegar al cargo de teniente coronel, Putin renunció porque fue nombrado vice alcalde en San Petersburgo. Fue gracias al entonces presidente Boris Eltsin que Putin se trasladó a Moscú para dirigir los servicios secretos y luego para ocupar el cargo de primer ministro, posición que le permitió alcanzar la presidencia después de la dimisión de Eltsin.
A partir de ese momento, Putin ha ido ganando popularidad en Rusia y en el resto del mundo. Ha sabido gestionar las relaciones con los presidentes de los demás países ganándose una posición envidiable en la cumbre. Sin embargo, según la opinión de la periodista Anna Politkovskaja, Putin sigue siendo un hombre vengativo, sin voluntad de aceptar la democracia, y solo en grado de aplicar los métodos que aprendió en los servicios secretos. Putin es un maestro en el arte del monólogo y sigue un esquema militar que prevé la eliminación del adversario.
Una de las objeciones principales que se le hacen a Putin es el hecho de haber dado pleno poder al ejército. Los oficiales siempre son intocables, sin importar el crimen que hayan cometido. Ninguno paga las consecuencias y ningún oficial es responsable por sus crímenes, aunque sean evidentes.
De esta manera se alimenta un sistema despiadado construido sobre la corrupción y los intereses personales que hay que proteger.
Pero, en un crimen por lo general hay un humillado y un culpable, y visto que el culpable termina siempre impune, existen muchas historias personales de los humillados que en vano pretenden que se haga justicia.
Anna Politkovskaja identifica dos tipos de crímenes de guerra: los cometidos durante la guerra y los que son un reflejo de esta y afectan a aquellas personas que solo por mala suerte se encuentran en el lugar equivocado en el momento equivocado.
En la primera categoría podemos encontrar, por ejemplo, los rusos que participaron en las operaciones antiterrorismo en Chechenia, e incluso los propios chechenos. Ambos combatieron una guerra, pero, mientras que a los rusos les perdonaron sus delitos, a los chechenos, que se llevaron la peor parte, les aplicaron condenas muy severas. Sin embargo, por deseo expreso del poder sus muertes se remiten a circunstancias poco claras.
En cambio, en la segunda categoría se incluyen las personas que acabaron en los engranajes de la historia, personas que estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado. Basta pensar en aquellos individuos que solo por el hecho de tener un apellido checheno fueron condenados por supuestos delitos que nunca cometieron.
Estos últimos sufren torturas de todo tipo, llegan incluso a ser drogados para que pierdan su capacidad de reacción, sin poder hacer nada para defenderse. Solo los que sobreviven a las torturas tienen derecho a un juicio, aunque parezca más un guión perfecto que un intento de descubrir la verdad. Los interrogatorios, y el uso imprudente de los exámenes psiquiátricos, solo sirven para cubrir las intenciones reales, es decir esconder, enmascarar y confundir.
La verdad es que la Rusia de Putin está lejos de ser democrática. En Rusia no existe la libertad, nadie puede expresar su desacuerdo porque Putin, con sus hombres, está dispuesto a silenciar a todos los que se le opongan.