Los árboles se comunican entre sí a través de una sofisticada red de raíces y hongos, la cual es tan funcional que se llega a crear una verdadera red social, la Wood Wide Web. Los árboles y hongos benéficos se encuentran en una relación simbiótica. Los primeros alimentan a los segundos que, a su vez, sirven como medio de comunicación y también para obtener agua y nutrientes del suelo. Gracias a un conjunto de filamentos llamados hifas, los hongos actúan como si fueran cables de fibra óptica de internet, y pueden poner en contacto a partes del bosque que están muy lejos la una de la otra. De este modo, los bosques se convierten en súperorganismos similares a un hormiguero, donde el aporte de cada integrante es fundamental para la salud de toda la comunidad.
Los científicos han observado que la norma es intercambiar nutrientes entre plantas, incluso de diferentes especies, al igual que ayudar a los vecinos en caso de necesidad. Las grandes hayas de color gris plateado, por ejemplo, atienden a sus pares enfermos, tal como ocurre en una manada de elefantes. Otro ejemplo de este intercambio de nutrientes es lo que observó directamente Peter Wohlleben en un hayedo. A pesar de que el tronco había sido talado hacía cientos de años, aún permanecían con vida algunos restos retorcidos de un enorme y muy antiguo leño de haya. Esto fue posible gracias al apoyo de los árboles que lo rodeaban, los cuales habían seguido bombeando una solución azucarada a través de la red de raíces y hongos, lo cual pudo mantenerlo vivo. Sin hojas es imposible que la fotosíntesis se lleve a cabo, y en consecuencia, esencial para la supervivencia de los árboles que estos produzcan esta sustancia azucarada de forma independiente. Pero estas acciones no ocurren porque haya empatía ni compasión, sino solo por un propósito práctico: juntos viven mejor y más tiempo.
Hay varios tipos de daños que puede sufrir un árbol, y los principales culpables son los animales. Por ejemplo, los pájaros carpinteros perforan el tronco, los ciervos rompen los brotes jóvenes para afilarse las astas, y los pulgones succionan el líquido de las hojas de los árboles para alimentarse. También los fenómenos naturales como las tormentas, las heladas, la nieve y la lluvia suponen un riesgo para los árboles. Para defenderse, estas criaturas desarrollaron diferentes tácticas. Por ejemplo, las ramas de los abetos están dispuestas de tal manera que, cuando están sometidas al peso de la nieve, se apoyan unas sobre otras sin romperse. Cuando una rama se rompe o un árbol sufre un corte en el tronco, aumentan los riesgos para la supervivencia del ejemplar. De hecho, hay hongos (no benéficos) que utilizan estas heridas para penetrar en el tronco del árbol y llevarlo lentamente a la muerte.