Las emociones parecen ser primitivas. Son reacciones a lo que nos pasa, están grabadas en nosotros y las compartimos con otros seres humanos. Cuando las emociones surgen, parece que se manifestaran de la misma manera para cada uno de nosotros. Esto es precisamente lo que sostiene la visión clásica de las emociones: que las tenemos desde que nacemos, que son fenómenos distintos y bien reconocibles que transmitimos a través del rostro, la voz, la postura y que hay diferentes circuitos cerebrales dedicados a las emociones que pueden provocar un conjunto determinado de cambios en el cuerpo. Entonces, de acuerdo con este enfoque, cada emoción tiene su propia "huella digital". Y puesto que sentimos ira, felicidad o sorpresa de una manera clara e identificable, es razonable suponer que cada emoción tiene un patrón específico en el cerebro y el cuerpo. Este enfoque también sostiene que las emociones son producto de la evolución y persisten hasta hoy porque hace mucho tiempo se volvieron beneficiosas para nuestra supervivencia. Ahora son una parte integral de nuestra naturaleza biológica y, como tales, son universales.
Esta idea persiste desde hace milenios y está totalmente enclavada en nuestra cultura. Hay libros, películas y series de televisión que cuentan de qué forma se pueden reconocer las emociones de acuerdo al lenguaje corporal. Incluso, los libros para niños muestran la felicidad con una sonrisa y la sorpresa con la boca bien abierta. Por no hablar de los emojis estereotipados que usamos en las redes sociales.
Pero las cosas no siempre son lo que parecen. Existe mucha evidencia científica de que este enfoque es errado y que en verdad jamás se demostró que hay una huella para cada emoción. Entonces, ¿qué son las emociones? El objetivo de la autora es demostrar que no son universales, sino que son diferentes para cada cultura. No son provocadas por agentes externos, sino que nosotros las construimos porque las experimentamos. Son una combinación de las propiedades físicas del cuerpo, la flexibilidad de nuestro cerebro, la cultura y las experiencias pasadas. La visión clásica de las emociones sigue siendo convincente a pesar de todas las pruebas en su contra, ya que es lo que siempre hemos creído y porque es muy intuitiva. Pero es muy importante que tratemos de estudiar las emociones desde otro punto de vista, considerando que nuestra visión sobre ellas influye significativamente en todos los aspectos de la vida.