Vivimos en una sociedad cada vez más competitiva y hostil. A pesar de esto, estamos completamente desprevenidos ante el conflicto, como si no tuviéramos armas para afrontarlo ni herramientas lo suficientemente eficaces para gestionarlo. Sin embargo, todos nosotros, de alguna manera, nos encontramos en medio de algunas batallas cotidianas, grandes y pequeñas. Pero lo que hacemos para afrontarlas es responder con rabia y agresividad o evitar completamente el enfrentamiento. Ya sea en el trabajo o en nuestro círculo de conocidos, reaccionamos de manera errónea a los ataques, o incluso escondemos la cabeza bajo tierra. Está claro que ambos comportamientos son dañinos y tienen un impacto negativo en nuestra vida. Por suerte, existe una salida que está al alcance de todos: ante los desafíos que nos toca afrontar, siempre podemos elegir comportarnos como guerreros estratégicos.
No es casualidad que la palabra estrategia esté relacionada con el contexto bélico y además deriva de una palabra griega que literalmente significa "comando del ejército”. El guerrero estratégico, igual que un jefe militar, tiene una visión amplia y planifica bien sus jugadas; no evita el enfrentamiento, sino que lo afronta con tranquilidad y decisión. Establece de manera lúcida cómo invertir su energía y sabe cómo canalizar sus emociones. A menudo se mueve de manera sutil, a veces indirecta, para desorientar al adversario y quitarle cualquier punto de referencia. Desarrollar estas habilidades es fundamental porque a lo largo de nuestro recorrido siempre nos encontraremos individuos agresivos, violentos y dispuestos a todo para obtener lo que quieren. Responder con la misma moneda, como ya hemos visto, no es correcto; al contrario, debemos prepararnos en el arte de la guerra, que como afirmaba el general chino Sun-Tzu, es la capacidad de alcanzar la victoria sin derramar sangre.