Cuando se trata de producir resultados, un líder puede marcar la diferencia actuando en dos frentes: el de la estrategia, es decir el plan, y el de la habilidad de llevar a cabo la estrategia, es decir la implementación del plan.
De los dos frentes, el segundo es el que los líderes tienen más dificultad para realizar. En cambio, el más fácil suele ser el primero ya que la mayoría han sido formados para llevarlo a cabo. Acabamos de obtener una información importante: el área en la que los dirigentes tienen más dificultades es aquella en la que han recibido menos formación.
Y en esta área, que en inglés llaman “Execution”, el verdadero desafío para un líder es lograr que su equipo modifique determinados comportamientos; para alcanzar resultados significativos, siempre es necesario un cambio en el comportamiento de las personas.
Por esto, un líder necesita el compromiso de un grupo de trabajo, un esfuerzo total, que involucre mentes y corazones, un esfuerzo para producir un cambio que pueda resistir y persistir cotidianamente.
Llevar a cabo una estrategia que requiere un cambio duradero en el comportamiento de las personas es uno de los desafíos más grandes del liderazgo: las 4 Disciplinas de la Ejecución no son solo una teoría interesante para experimentar, sino también una serie de reglas prácticas a implementar que tienen una eficacia comprobada.
En el ámbito de la ejecución, también existen estrategias definidas como el “poder de la firma”, que se aplican simplemente dando órdenes o autorizando la puesta en práctica de algunas decisiones. Los casos más comunes son, por ejemplo, la inversión de nuevos capitales, la ampliación del personal o la reasignación de los roles y las responsabilidades. Con la estrategia del poder de la firma, se decide e impone algo usando la autoridad.
Las estrategias que no entran en esta clasificación tienen un punto de inicio diferente: para que puedan realizarse, es necesario que el equipo haga algo distinto de lo que estaba acostumbrado a hacer. Por ejemplo, si tenemos una tienda minorista, podríamos pedir a nuestros empleados que saluden siempre a los clientes cuando entran. Este cambio tiene que ser duradero y persistente; nuestros colaboradores deberán cambiar su actitud hacia los clientes mediante gestos de bienvenida, que forman parte de nuestra estrategia comercial.
El verdadero enemigo de la ejecución es lo que llamamos “torbellino”, es decir todas esas actividades cotidianas, necesarias para la supervivencia de la empresa, que pueden absorber totalmente la energía de las personas. Cuando estamos en el torbellino, puede ser muy difícil implementar una estrategia, con mayor razón si esta requiere nuevos comportamientos por parte del equipo.
El torbellino y los objetivos estratégicos son dos partes esenciales para el crecimiento de una empresa; un buen líder lo sabe bien y es perfectamente capaz de distinguirlas. Casi siempre, cuando el torbellino y los objetivos se chocan, el torbellino tiene ventaja porque representa todo lo que es urgente y tiene que hacerse lo antes posible. La mala noticia es que el torbellino actúa sobre nosotros.
Los objetivos son importantes y requieren que adoptemos comportamientos diferentes: la buena noticia es que podemos actuar directamente para obtener resultados. Si un equipo y un líder actúan en el torbellino, no podrán progresar porque toda su energía se concentrará en “permanecer de pie en medio del viento”. ¡El verdadero reto es lograr ejecutar los objetivos en medio de la tormenta!