Cada uno de nosotros es el resultado de todas las personas y acontecimientos con los que hemos estado en contacto desde el primer día de nuestra vida. Personas o hechos que dejaron huella, pero que ya quedaron atrás. Todo lo que sucedió ayer ya no afecta nuestro presente, a menos que permitamos que esto suceda. Lo que importa es quién o qué ha dejado su huella en nosotros hoy y a partir de ahora.
Lo que hemos sido es un hecho establecido e inmutable, pero lo que aún podemos llegar a ser es una oportunidad ilimitada. Por lo tanto, no podemos permitir que las dificultades y fracasos del pasado afecten negativamente nuestras posibilidades futuras de crecimiento. Debemos poner el pasado a nuestro servicio para construir un futuro más agradable.
Diariamente a todos nos afecta algún hecho negativo, y uno de los grandes desafíos en la vida es reconocer estas fuentes de negatividad y tener el coraje para eliminarlas, si es necesario. Nadie bebería voluntariamente un vaso que contenga veneno mortal si supiera lo que hay dentro. Sin embargo, todos tenemos amigos, familiares o compañeros de trabajo que tienen el mismo efecto sobre nosotros que ese veneno. La diferencia es que el veneno mata al instante, pero hay otros tipos de veneno que matan las esperanzas, las ambiciones, los sueños y el entusiasmo.
Siempre habrá personas que desalientan a alguien que está buscando un mejor trabajo, por ejemplo, pero es fundamental que cada uno de nosotros haga lo que quiere hacer, si desea encontrar la verdadera felicidad.
Dejamos que las personas moldeen nuestro carácter de muchas maneras, con sus actitudes e ideas, y cultivamos amistades que dificultan nuestro crecimiento y progreso. Por más vitales y valiosas que sean, las amistades pueden ser muy peligrosas.
Cada uno de nosotros “acumula” personas, hábitos, actitudes, formas de actuar, opiniones y filosofías que ya no podemos seguir manteniendo si queremos mejorar nuestra vida.
Para cambiar de rumbo y elevar la calidad de vida, tenemos que "eliminar las malas hierbas", un proceso doloroso, pero necesario. Es mejor tener pocos buenos amigos que mil malos. Es mejor no tener amigos que tener malos.