¿Qué es el éxito? Dejando de lado el diccionario, con el paso del tiempo muchas personas han dado diferentes definiciones. Por supuesto, siempre se trata de lograr algún tipo de objetivo y, en general, la expresión tiene un significado positivo, pero se le pueden atribuir diferentes matices.
Según Andrew Carnegie, el éxito es el poder de hacer nuestro lo que queramos de la vida, a menos que esto implique perjudicar los derechos y el bienestar de los demás.
Para hacerlo, primero debemos concentrarnos en nuestro interior, es decir nuestra mentalidad, luego relacionar nuestra dimensión interior con la vida práctica y finalmente incorporar la ayuda de otras personas. Podemos lograr todo esto a través de una serie de pasos que Napoleon Hill explica brillantemente en este libro. Pasos que él mismo aprendió directamente del gran empresario y filántropo Andrew Carnegie.
Comencemos por el principio.
La base de una vida exitosa consta de dos elementos clave: definir claramente nuestro propósito y ser conscientes de que, al final, terminamos haciendo realidad aquello en lo que creemos.
En lugar de vivir activamente, la mayoría de las personas lleva una existencia simplemente por inercia, deambulan sin una meta y sin superar jamás la etapa de los sueños y los deseos (que se denominan de esta forma precisamente porque no se han cumplido), y lo único a lo que aspiran es a trabajar por un salario mínimo para ganarse la vida.
Pero si logramos encontrar una actividad que nos hace sentir bien, nos gusta, nos emociona y nos genera un fuerte deseo de realizarla, entonces sentimos que la vida nos sonríe y que hemos encontrado una guía. Antes, se vinculaba el dolor con la culpa, pero hoy en día se lo relaciona cada vez más con el sentimiento de insuficiencia. En un mundo con tantas posibilidades, es esencial encontrar nuestro propósito y lugar, ya sea cocinando para otros o ayudando a las empresas a encontrar clientes a través de anuncios en Google.
Además, siempre debemos recordar que somos dueños de nuestro destino. La realidad en la que vivimos está determinada casi en su totalidad por nuestra mente, personalidad y pensamientos. Si no tenemos la fuerte convicción de que seremos capaces de hacer algo, nunca lo lograremos, pero si estamos convencidos de que somos capaces de hacerlo, automáticamente nuestro cerebro nos empujará a poner en marcha una serie de acciones acordes con nuestras creencias. Esto, junto con la persistencia, nos permitirá alcanzar cualquier meta sin dudar.
Para demostrar este concepto, podemos dar un ejemplo muy simple, que también podemos aplicar a cualquier otra situación.
Digamos que un estudiante recibió una mala nota en la primera tarea de una materia nueva. Si está convencido de que no es bueno para ese tema, lo que sucederá es que simplemente dejará de intentarlo porque pensará que es en vano. Por el contrario, si está convencido de que es capaz, automáticamente se motivará y vivirá el hecho como un simple tropezón, lo que le servirá de incentivo para seguir trabajando y demostrar que es capaz.
La mente humana solo conoce los límites que le imponemos o inculcamos. El camino hacia el éxito comienza con una visión clara del propósito y las metas, hasta que se vuelven casi una obsesión. En ese punto, nuestro inconsciente seguirá trabajando incansablemente hasta alcanzar la meta.