Deepak Chopra es un médico indio, autor de varios bestsellers que tratan sobre el bienestar personal. Las siete leyes espirituales para padres es uno de sus libros más famosos, en el cual elabora una teoría sobre el autocuidado relacionado con la potenciación de la propia espiritualidad. El libro de inmediato tuvo éxito y cautivó al público, a tal punto que muchos lectores decidieron contactar a Chopra para pedirle que escribiera un libro sobre los mismos principios aplicados a la crianza. El resultado es Las siete leyes espirituales para padres, libro que hace mucho hincapié en el valor del deseo en el crecimiento del niño y el papel de los padres para llevarlo hacia un camino de plena consciencia de esta poderosa energía vital.
El deseo es una verdadera forma de energía vital. Es uno de los impulsos centrales en la vida de un individuo, y como tal, su influencia no se detiene en los aspectos más pragmáticos, sino que también afecta a la identidad, la creatividad y el sentido de pertenencia a algo más que a uno mismo. El niño experimenta la propulsión del deseo como una fuerza imparable que lo impulsa a tener curiosidad y comprensión de todo lo que experimenta. Los padres no deben reprimir esta fuerza, sino canalizarla con eficacia. Este último término también se relaciona con la palabra "éxito", ya que, según el autor, el éxito de un hijo en la vida debe ser el objetivo más noble de un progenitor. Sin embargo, hay que hacer algunas aclaraciones. En el mundo material en el que vivimos tendemos a identificar el éxito con términos y conceptos puramente materiales: poseer bienes, tener un trabajo lucrativo, ser elogiado en las redes sociales, etc. Sin embargo, según el autor, el éxito se define por lo que se es, no por lo que se tiene. El logro de resultados materiales no sirve de nada sin una realización propia más profunda, que abarca la espiritualidad e incluye el poder del deseo y el sentido de comunión con la creación. También es importante señalar que el libro desarrolla el concepto de espiritualidad desde una perspectiva religiosa. No necesariamente el lector tiene que compartir la misma opinión. Basta con traducir el sentido de algunos términos y hacer coincidir el acto de fe del pensamiento creacionista (es decir, que todo es emanación de Dios) con la fascinación del misterio de la vida del no creyente. El universo está impregnado de belleza, conexiones y estructuras recurrentes, y de una energía que todo lo impregna. Un progenitor lo sabe bien, porque puede ver un destello de esa fuerza vital en los ojos del niño. Por lo tanto, cultivar nuestra espiritualidad y la de nuestros hijos significa dar espacio al amor, la compasión y la libertad.
El éxito al que se refiere el autor es espiritual, y lo identifica con la capacidad de amar y experimentar emociones profundas, estar agradecidos por la vida y encontrar nuestro lugar en el mundo. El impulso del deseo empuja a todas las personas a buscar estos aspectos. Lamentablemente, con el paso de los años, y debido a agentes externos, es fácil terminar reprimiendo nuestra parte más pura e infantil. La responsabilidad de los padres es formar individuos resilientes y conscientes desde una edad temprana, para que puedan enfrentar los desafíos de la vida sin ceder a los impulsos dañinos. ¿Cómo podemos hacer esto? Siguiendo los principios de las siete leyes espirituales. El ser humano está conformado por la mente, el cuerpo y el espíritu, y este último actúa como nexo para vivir plenamente.