A menudo, la forma de comunicar que aprendemos a utilizar desde la niñez tiende a herir a los interlocutores y a nosotros mismos. Emitir juicios moralistas es un tipo de comunicación que puede generar hostilidad por parte de quien no tiene nuestros mismos valores. Todos damos opiniones con respecto a nuestros valores morales, porque revelan nuestras creencias, por ejemplo, podemos pensar que la violencia es un elemento negativo, pero, afirmar que aquellos que la usan son malvados es un juicio moralista. Esta forma de considerar incorrecta la conducta de quien no actúa según nuestros parámetros obstaculiza la empatía en la comunicación. El mismo proceso se realiza cuando hacemos comparaciones o peticiones en forma de exigencias, insinuando un castigo o una culpa si estas no se aceptan. Con este tipo de comunicación, incluso no nos damos cuenta en absoluto de la responsabilidad que tenemos ante nuestros sentimientos y nuestras acciones. Podríamos decir "tengo que asignar notas porque es la política de la escuela", pero, en realidad deberíamos afirmar "asigno notas porque quiero mantener mi puesto de trabajo". La comunicación no violenta es una forma de comunicar a través de la cual podemos expresar nuestras reales necesidades sin dañar a los demás y a nosotros mismos. Con ella, comunicamos siendo conscientes de lo que percibimos y sin juzgar o culpabilizar logramos transmitir el mensaje con claridad y honestidad.
Si seguimos el método de la CNV, orientamos de manera diferente nuestro proceso de comunicación, llegando a ser más claros y, al mismo tiempo, ayudando a otros a comprender mejor. Las cuatro áreas principales de la comunicación no violenta son: 1) las observaciones, la fase en la que observamos una situación sin emitir ningún tipo de juicio; 2) los sentimientos, cuando expresamos lo que sentimos al observar la acción; 3) las necesidades, cuando revelamos aquellas vinculadas a los sentimientos que acabamos de mostrar; 4) la petición, momento en el que decimos lo que necesitamos.
La comunicación no violenta se usa para mediar todo tipo de disputas y conflictos, y no se basa en una fórmula fija, sino que se adapta a cada situación.