Cada uno de nosotros tiene fortalezas y debilidades innatas. Las características físicas son las más fáciles de identificar, como la estatura o la flexibilidad. Algunas de estas características pueden modificarse con entrenamiento, pero nuestra herencia genética pone límites a los objetivos que podemos alcanzar. Este mismo principio también aplica para la esfera cognitiva. Algunos nacen con un coeficiente intelectual alto, otros tienen una gran capacidad de razonamiento, otros una inteligencia emocional muy desarrollada o son capaces de sentir empatía por los demás. El estudio, la lectura, la curiosidad o la propiedad del lenguaje pueden ayudar a que una persona incremente su capacidad de razonamiento, pero nuestra herencia genética será la que imponga los límites, siempre.
Algunas de las habilidades innatas que hacen que una persona sea un buen líder son, por ejemplo, la elocuencia (o poder comunicar sus ideas de forma clara y sencilla), la capacidad de desglosar un problema complejo en partes más pequeñas, el carisma o la confianza en sí misma, y la capacidad de leer a las personas, es decir, detectar sus pensamientos y cambios de humor.
Todas estas características son innatas en su mayoría, pero muchas no sabemos que las tenemos hasta que conocemos nuestros límites. La elocuencia se puede entrenar con la lectura y la escritura y tratando de comunicar nuestros pensamientos de forma cada vez más lineal. También podemos mejorar nuestra capacidad de análisis si intentamos abstraer los problemas y simplificamos las situaciones a las que nos enfrentamos. Es un trabajo que requiere mucha dedicación para poder eliminar lo más posible, de la misma forma que Miguel Ángel creaba una escultura a partir de un bloque de mármol. Para mejorar nuestra capacidad de leer el comportamiento de las personas, debemos prestar más atención a su lenguaje corporal, incluyendo el tono de voz. Identificar las expresiones que una persona utiliza normalmente nos ayudará a comprender cuando cambia su estado de ánimo, simplemente porque se comportará de manera diferente. Aumentar el carisma es quizás la parte más difícil para un líder, ya que algunas personas tienen un cierto magnetismo natural. Pero podemos aprender de quienes nacen con esta característica, por ejemplo observando su postura o sus gestos.
Aunque hay varias formas de mejorar nuestras características naturales de liderazgo, parece poco realista pensar que quien no las tiene pueda convertirse en un excelente líder, así como es difícil que un campeón olímpico de maratón pueda sobresalir también en el levantamiento de pesas. Sin embargo, hay un pequeño secreto para aquellos que se encuentran en esta situación pero aún quieren probar suerte con el liderazgo. Un líder al que le faltan algunas de las características necesarias para ser llamado así puede conformar un equipo que contrarreste estas debilidades.