Las consecuencias del calentamiento global ya son evidentes. Por ejemplo, el número de desastres naturales como tornados y huracanes se ha duplicado desde los años 80. El aumento de las temperaturas también provoca terribles olas de calor, al igual que inundaciones e incendios gigantescos. A este ritmo, a finales de siglo la Tierra se convertirá en un lugar extremadamente inhóspito; muchas ciudades costeras como Nueva York desaparecerán, y países como Italia o España serán azotados por un clima desértico.
Si la temperatura media global aumentara incluso solo 2 °C, se producirían fenómenos desastrosos cada vez más frecuentes, y de mayor alcance. En vista de este riesgo, la única respuesta lógica posible sería trabajar para que el aumento de temperatura no supere los 1,5 ° C, lo cual implicaría la eliminación total de las emisiones globales, a un ritmo mucho mayor de lo que se está previendo.
Y aunque sabemos desde hace medio siglo que la civilización humana está en riesgo, no ha habido avances a la hora de tratar de detener esta degradación ecológica, lo cual es una paradoja con un alcance extraordinario. ¿A qué se debe esta inercia? Muchos culpan a la industria de los combustibles fósiles, y hay algo de cierto en eso.
Pero la raíz del problema es mucho más profunda, y llega hasta el sistema económico predominante desde hace algunos siglos en casi todos los rincones del planeta: el capitalismo. El problema del capitalismo es que implica una expansión y crecimiento constantes, sin lo cual colapsarían sectores enteros, y millones de personas no tendrían trabajo. Lamentablemente, esta expansión solo existe en virtud de la explotación de la energía y los recursos. Por tanto, la dicotomía entre el crecimiento económico y la necesidad de lograr cero emisiones parece no tener solución.
El capitalismo está tan presente en nuestras vidas que lo damos por sentado, y casi parece ser el único sistema económico posible. Sin embargo, en los últimos años se han realizado muchas encuestas en varios países del mundo; entre el 55 y el 70 % de los encuestados respondió que estaban dispuestos a mirar más allá, hacia un modelo económico que pudiera ayudar a salvar el planeta, incluso en el país capitalista por excelencia: Estados Unidos.