Según el filósofo alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche, la principal finalidad de la filosofía no solo debería ser enseñarnos cómo vivir, sino también convertirnos en personas mejores. La corriente del Estoicismo, fundada por Cenón de Citio aproximadamente en el año 300 a. C., sentó las bases para este pensamiento gracias a la enseñanza de que las intenciones son más fuertes que las ideas. Es más: el Estoicismo fue una filosofía que ofrecía reglas de vida aplicables a cualquier circunstancia del día a día, sin importar la clase social de las personas que seguían sus enseñanzas; el resultado fue que una corriente filosófica jamás fue adoptada por tantas personas de condición social diferente, desde el emperador al esclavo. Además, sus preceptos fueron aplicadas a situaciones sociales y políticas realmente diferentes, con la misma eficacia durante los cinco siglos en los que estuvo activa.
Según la filosofía estoica, en cada situación cada uno debería buscar la virtud y el bien en su sentido más amplio— es decir el comunitario y de relación con el prójimo— porque esta es la verdadera naturaleza del hombre, y seguir las cuatro enseñanzas que Cenón puso por escrito, que son:
- coraje;
- templanza;
- justicia;
- sabiduría.
Intentando vivir cada día siguiendo estas cuatro virtudes, el Estoico puede afrontar cualquier situación, yendo más allá de lo que no puede cambiar y jugando mejor las cartas que el destino le ha dado. A pesar de que esta actitud de resistencia haya hecho que la palabra estoico sea sinónimo de quien no se lamenta del dolor, el cansancio o los golpes de la vida, en sus orígenes esta filosofía era completamente diferente: los Estoicos fueron muy activos en contra de la injusticia y a menudo se dedicaron a la política para cambiar su rumbo.
Las cuatro enseñanzas guían al Estoico hacia su verdadera naturaleza, es decir la virtud, y tienen que respetarse siempre; el verdadero discípulo del Estoicismo debe:
- ser valiente, en el sentido de dar siempre preferencia al bien, incluso cuando es arriesgado;
- controlar su comportamiento, evitando necesidades y deseos y alejándose de las cosas materiales;
- perseguir la injusticia, en cualquier ocasión, y poner el bien de la humanidad por delante de sus intereses personales;
- comportarse con sabiduría, escuchando mucho, hablando lo justo y necesario y dejando que sean sus acciones las que se recuerden.
La fuerza de estas cuatro sencillas enseñanzas de vida está en su gran adaptabilidad, y triunfa en la vida de los mayores Estoicos activos durante cinco siglos desde el mundo griego, el ascenso de la Roma republicana, pasando por los oscuros tiempos de los emperadores tiranos hasta llegar al gran soberano estoico Marco Aurelio: igual que en toda la filosofía nacida en Grecia, a lo largo de los cinco siglos se alternan personas extremadamente diferentes de carácter, clase social, cometido social y destino, pero el principal motivo puramente estoico siempre fue la búsqueda de la felicidad a través de la mejora de uno mismo.