Seguro que todos hemos visto al menos una vez en la vida a un niño en la calle gritando fuerte y llorando desesperadamente porque sus padres no le habían comprado el juguete que tanto deseaba. Tal vez ese mismo niño era nuestro hijo y nos avergonzamos de su comportamiento, regañándolo enérgicamente con la esperanza de que dejara de gritar lo antes posible.
Janet Lansbury afirma con convicción que castigar o humillar a nuestro hijo, lamentablemente no resuelve el problema, sino que a la larga lo puede empeorarlo. Por ello, en su texto la autora nos brinda una serie de pautas fundamentales para educar a los niños de manera sana y correcta, desde bien pequeños.
Regañarlo, sermonearlo o castigarlo hará que sienta vergüenza y culpabilidad, pero no lograremos mejorar la situación para la próxima vez, porque no lo estaremos ayudando a comprender realmente qué es lo que hizo mal.
Por eso es importante explicarle lo que debe hacer y por qué se equivocó, utilizando un estilo de comunicación directo, hablándole en primera persona. “No quiero que hagas esto” es definitivamente más efectivo que “mamá no quiere que Marcos lastime a su hermano”. Pero, por otro lado, debemos tratar de no dar indicaciones de manera negativa. De hecho, la mente no está diseñada para asimilar las negaciones. Si escuchamos la frase "No pienses en un elefante", lo primero que hacemos es pensar en un elefante. Por lo tanto, comunicarle el comportamiento correcto que debe adoptar es más efectivo que simplemente decirle lo que no tiene que hacer.
También es importante señalar las consecuencias negativas de su comportamiento, en lugar de usar un castigo que no corresponde a la situación, de esta manera el niño podrá interiorizar el mecanismo de causa y efecto vinculado a sus acciones. Podría reaccionar mal, pero seguro que no se sentirá manipulado y poco a poco irá comprendiendo cuál es el límite que no debe traspasar. El enfado, la tristeza y la frustración, así como otras emociones negativas, son muy comunes en los niños pequeños y es aún más habitual que se manifiesten cuando los adultos establecemos las normas que deben seguir. Estas emociones no deben reprimirse o negarse, sino fomentarse sin juzgar, para no correr el riesgo de que nuestro hijo se avergüence de algo que en realidad es natural.
Está prohibido decirle a un niño pequeño "Te quiero, pero solo si eres bueno". Los niños deben ser amados incondicionalmente, o se sentirán manipulados y nunca podrán sentirse seguros ni confiar en nosotros. Janet Lansbury recalca que nunca jamás tenemos que pegarles, porque no es hiriéndolos físicamente que entenderán lo que está bien y lo que está mal. Esto se logra poniendo límites, diciendo “no” y manteniendo un comportamiento coherente con lo que hemos establecido. Para conseguir que aprenda a respetar las normas, será necesario mantener una reacción firme y tranquila aunque el niño se porte mal.
Sin embargo, recordemos que si un niño pequeño se porta mal en público, a menudo está intentando decirnos que está cansado y que necesita irse a casa. No ignoremos su necesidad, y si es posible tratemos de satisfacerlo, ayudándolo a recuperar la calma.