Según Irvin Yalom, la materia prima de la psicoterapia es una sola, el dolor existencial, el cual se origina en cuatro grandes verdades de la vida: la muerte, tanto la nuestra como de las personas que amamos, es inevitable; la libertad de decidir qué hacer con nuestra existencia, que es una responsabilidad que solo nos atañe a nosotros; la soledad, que es parte de la vida; y el sentido de nuestra vida, que no es claro ni común a todos.
Todos los seres humanos están llamados a afrontar estas verdades y aceptarlas. Algunos lo hacen bien, pero otros, en un intento consciente o inconsciente de afrontarlos, se ven a sí mismos incapaces de hacerlo solos. Es en ese momento cuando recurren a un terapeuta. Sin embargo, su pedido de ayuda suele ser confuso. Rara vez las personas van a terapia quejándose de un problema existencial. Es más probable que su pedido de ayuda esté relacionado con algo más simple y común como, por ejemplo, un amor no correspondido, o un problema sexual, por lo que dependerá de la capacidad del terapeuta llegar a las raíces profundas de su malestar.
El autor cree firmemente que el objetivo de la terapia no es vincular el bienestar del paciente a la terapia en sí, sino darle las herramientas necesarias para que pueda sentirse bien por su cuenta. En otras palabras, es enseñarles a afrontar las verdades de la vida que les llevaron a terapia en primer lugar. En este libro, Irvin Yalom cuenta la historia de algunos de sus pacientes, que son comunes a todos los seres humanos. En estas historias, las personas pedían ayuda con problemas cotidianos, pero luego, durante la terapia, salía a la luz el verdadero motivo de su malestar, y leerlas puede ayudarnos a aprender a enfrentar las verdades de la vida y a aprovechar su poder para nuestro crecimiento personal.