Kobe Bryant es considerado uno de los mejores jugadores de la historia del baloncesto. Transcurrió los veinte años de carrera como jugador profesional de la NBA siempre en el mismo equipo, Los Angeles Lakers, y se hizo conocido con el apodo de "Black Mamba". La serpiente “mamba negra” es uno de los reptiles más peligrosos y venenosos del mundo —siempre en búsqueda de su próxima víctima—, y Kobe se ganó este apodo por su extrema competitividad y su estilo de juego agresivo y orientado a la victoria. Pero la “mentalidad mamba” —definición que nació como un hashtag en Twitter— también quiere decir preparación rigurosa, atención a los detalles y lucidez mental. Con el tiempo, la “mentalidad mamba” se convirtió en la verdadera marca de Kobe, que representaba la síntesis de su estrategia para lograr resultados extraordinarios. Bryant entró en la NBA cuando tenía solo 18 años, y era uno de los jugadores más jóvenes de la liga. Solo dos años más tarde se convirtió en un All-Star y desde entonces permaneció en la cima del baloncesto durante dos décadas, convirtiéndose en una verdadera leyenda de este deporte. Pero conseguir estos resultados no fue una tarea fácil. Se necesita determinación para dominar a los competidores, concentración para no perder de vista el objetivo de ser el mejor en el campo y sacrificio para entrenarse cotidianamente, ya sea física y mentalmente. La Mentalidad Mamba significa llegar a la excelencia no solo en el baloncesto o en el deporte, sino en cualquier ámbito de la vida. Para ser los mejores en algo es necesario un compromiso serio y constante y desarrollar una verdadera obsesión por la materia. Muchas personas dicen que quieren ser buenos y tener éxito, pero no están dispuestas a hacer los sacrificios necesarios para lograr la grandeza. A partir del momento en el que entró en la NBA, Kobe Bryant se centró mucho en mantenerse en condiciones físicas óptimas. Levantaba pesas durante al menos 90 minutos cuatro veces por semana, de lunes a viernes. Sus sesiones de levantamiento de pesas no eran normales, sino que eran entrenamientos extenuantes que se concentraban en grupos musculares específicos y que llevaban sus músculos al límite. Muchos jugadores reducen el peso y los entrenamientos durante la temporada porque intentan conservar su energía. En cambio, Kobe Bryant entendió rápidamente que este trabajo, por agotador que fuera, lo hacía más fuerte, veloz y preparado para los momentos difíciles de la temporada y los playoff. Se entrenaba cada mañana muy temprano y a menudo también a última hora del día. En un día normal empezaba su primer entrenamiento de dos horas a las 5 de la mañana, luego cuatro horas de reposo, un entrenamiento principal de las 11 a las 14, otras cuatro horas de reposo y luego un tercer entrenamiento de las 18 a las 20. A veces también entrenaba después de cenar. Sus sesiones extenuantes nacían de su gran determinación, una mezcla de obsesión por el juego y el sentido de la responsabilidad hacia el mundo que hay fuera del campo. Empezar a entrenar temprano le permitía conciliar el baloncesto con su vida personal, podía estar en casa cuando sus hijas se despertaban y acompañarlas a la cama cuando se iban a dormir. No estaba dispuesto a renunciar a nada en el deporte, y tampoco quería sacrificar tiempo con su familia. Encontrar el equilibrio nunca fue fácil y a menudo Kobe sacrificaba horas de sueño.