En pocas palabras, se trata de comprar a 50 centavos una acción que vale 1 euro. Por lo tanto, la expectativa de ganancia para el inversor en valor está representada por la diferencia entre el precio de compra (es decir, el precio de mercado) y el valor intrínseco estimado luego de diversos análisis. En general, se trata de una estrategia de inversión conservadora inspirada en el sentido común, el cual sugiere que en toda transacción comercial cotidiana y banal es mejor evaluar la conveniencia del trato antes de cerrarlo. En otras palabras, debemos tener muy en claro la diferencia entre precio y valor antes de realizar cualquier compra. El precio es lo que pagas, y el valor es lo que obtienes. Por lo tanto, la transacción sólo será conveniente cuando obtengamos más de lo que hemos pagado.
La inversión en valor aplica este simple principio en el mercado de valores, y para ello se basa en el concepto de que las acciones básicamente son una fracción de la propiedad de un negocio. Por lo tanto, al evaluar este último en su totalidad es posible determinar de forma independiente el valor de la acción relevante. El inversor compara el valor de la acción que ha estimado luego de analizar el precio de mercado de la acción, y si este último es inferior al valor real de la misma, la comprará. Cuanto mayor sea la diferencia entre el valor y el precio de la acción, mayor será la rentabilidad esperada y menos arriesgada será la operación. La inversión en valor sabe muy bien que el precio de las acciones tiende a fluctuar significativamente, dependiendo del estado de ánimo del mercado y, por otro lado, sabe que el valor intrínseco tiene una tendencia más estable y predecible, que sigue la del negocio, no la de la acción.