En la vida muchas veces estamos en contacto con personas que tienen mucho éxito en un sector en el que sabemos que nosotros somos más hábiles y tenemos más experiencia. Y la pregunta que nos hacemos es siempre la misma: ¿cómo es posible que esto les suceda a ellas y no a nosotros? También las respuestas que encontramos son siempre las mismas. Justificamos esta diferencia entre nuestra situación y la de la persona exitosa diciendo que tiene más suerte, una mejor situación económica o el conocimiento adecuado del sector.
Estas respuestas nos hacen sentir mejor porque calman nuestras ansiedades momentáneamente, pero son incorrectas e incluso son parte del problema mismo. Desde muy pequeños nos acostumbramos a responsabilizar a otros de lo que nos pasa, ya que todas nuestras necesidades son satisfechas por nuestros padres. Entonces, por ejemplo, si tenemos hambre, rompemos algo, o tenemos que comprar un cuaderno nuevo para ir a la escuela, alguien lo hará por nosotros o nos ayudará. En consecuencia, si llegamos a la escuela sin el cuaderno nuevo, será culpa de nuestros padres, no nuestra. Del mismo modo, si algo se rompe y no es reparado o reemplazado, o si no hay comida preparada en la mesa, no nos sentimos directamente responsables. Obviamente es lo correcto y recomendable que alguien cuide a un niño hasta que sea independiente, pero este vínculo casi nunca se rompe abiertamente y muchos adultos terminan creciendo sin sentirse completamente responsables de lo que pasa en sus vidas. El mismo mecanismo que implementamos por necesidad cuando somos niños sigue funcionando, y esto nos lleva a justificar nuestros fracasos responsabilizando a los demás. Es allí donde se originan las excusas relacionadas con los supuestos motivos de nuestros fracasos personales. Pero la realidad es diferente. La responsabilidad de cómo se desarrolla nuestra vida es completamente nuestra. Esta revelación puede ser incómoda, pero también tiene un increíble poder sobre nuestras vidas, ya que si nos responsabilizamos por cada uno de nuestros proyectos e ideas, significa que tendremos el control inmediato sobre los acontecimientos futuros de nuestra vida, y que cualquier momento (incluyendo este) es el indicado para tomar las riendas de la situación y empezar a trabajar para alcanzar nuestros sueños. Por lo tanto, la clave para mejorar nuestra vida es dejar de poner excusas y empezar a actuar inmediatamente.
Incluso los hechos hablan por sí solos y muestran que las justificaciones más comunes son tan solo excusas. Por ejemplo, está demostrado que la gran mayoría de los millonarios en Estados Unidos tienen orígenes humildes. Además, si miramos más de cerca la vida de quienes triunfan en cualquier sector, descubriremos que su base es la determinación para actuar siempre y ante todo para lograr sus objetivos. Dejar de poner excusas es practicar la autodisciplina, es decir, acostumbrarnos a trabajar para alcanzar metas resistiendo la tentación de las gratificaciones inmediatas y activar mecanismos para aumentar la autoestima y la confianza en uno mismo. La buena noticia es que cualquier acción que se repita se convierte en un hábito, y esto también funciona para la autodisciplina. Después del primer período, en el que el esfuerzo puede parecer excesivo, el hecho de actuar lentamente, de la manera correcta y dejando de poner excusas se convierte en una forma de ser, y poco a poco logramos grandes mejoras en nuestras vidas.
La autodisciplina y el autocontrol son herramientas muy poderosas si se utilizan al máximo y pueden cambiar cualquier aspecto de nuestra vida: personal, laboral, familiar, relacional y de carácter.