El ambiente de la NBA es realmente duro, y la fama llega solo si se trabaja intensamente para lograr el éxito individual. El baloncesto es un deporte altamente competitivo en el que tradicionalmente se premia a las personalidades destacadas de un equipo, a quienes se les asigna la tarea de guiar al grupo hacia la victoria. En cambio, los jugadores menos destacados son relegados como meros complementos de la carrera hacia la canasta del jugador destacado, y los entrenadores se limitan a dictar leyes marciales para todo el equipo u otorgar excepciones para la estrella del momento. Sin embargo, este sistema es erróneo, a pesar de que es el más extendido en el baloncesto estadounidense. Apostar todo a un jugador puede funcionar para tratar de ganar algún campeonato, pero no es una estrategia fiable a largo plazo y en caso de imprevistos. Si todo el juego del equipo se basa en el talento de un solo jugador, cuando este se lesione, por ejemplo, el resto del equipo se encontrará completamente perdido en el juego. Además, cada jugador tiene su propio estilo que lo distingue, con sus fortalezas y sus debilidades. Esto puede ser una novedad cuando comienza el torneo, pero luego los equipos rivales lo estudiarán y se prepararán para contraatacar al año siguiente. Finalmente, en el entorno de la NBA, donde el público ve a los jugadores más talentosos como auténticas estrellas de rock, muchas veces empiezan a comportarse como tales y se vuelven difíciles de controlar. Por lo tanto, basar el éxito de un equipo solo en su trabajo es como darles la clave para obtener lo que quieran a su antojo.
Desde sus comienzos, Phil Jackson se dio cuenta de que este sistema es exactamente lo que hace que un equipo no desarrolle el talento de sus jugadores como debería, lo que imposibilita controlar su desempeño y, por ende, su camino hacia la victoria al final del campeonato. Fue así que Jackson creó un método alternativo ya desde su primera experiencia con los New York Knicks, donde jugó durante años antes de convertirse en entrenador. Su vivencia personal también ayudó, ya que, siendo hijo de predicadores que adherían estrictamente a los dogmas religiosos, buscó otros caminos espirituales que estuvieran más cerca de su propia visión. Luego, comenzó a aplicar las enseñanzas y las técnicas de las disciplinas orientales y los pueblos nativos americanos al baloncesto.
Después de todo – afirma el autor – no debería sorprendernos la combinación de la espiritualidad con el baloncesto, porque, si miramos más de cerca, hay una gran analogía de simbolismo entre los dos. En la NBA, el anillo es símbolo de la victoria del campeonato, el poder y el talento, pero también es un elemento recurrente en el mundo espiritual, independientemente de la disciplina, y simboliza la búsqueda de uno mismo, la armonía y la conexión con el resto del mundo. Por lo tanto, tiene sentido pensar en el anillo como símbolo de una victoria lograda gracias a la unión psicológica y espiritual de los miembros del equipo, que juntos se convierten en un todo inexpugnable e invencible.
Si el objetivo es unir esfuerzos, es necesario dejar de actuar individualmente sobre los jugadores estrella y, en cambio, aprender a jugar realmente en equipo. Esto se basa principalmente en la confianza y la conexión emocional entre todos sus miembros para que actúen por el interés común. La victoria estará garantizada solo si se activa el círculo espiritual entre los jugadores mediante la unión de fuerzas de cada miembro del equipo.