La familia de Megan está compuesta por mujeres fuertes. Además, en la familia todos son deportistas. Megan y su gemela Rachel practican deportes desde pequeñas, al igual que sus hermanos mayores, Brian, CeCé, Michael y Jenny. Brian, cinco años mayor que las gemelas, fue quien les enseñó a jugar al fútbol. Fue amor a primera vista por este deporte, que rápidamente sustituyó la pasión por el baloncesto, el primer amor de las dos chicas. Brian también fue un modelo a seguir para Megan en otros aspectos de la vida. A los cinco años, Megan decidió cortarse el pelo y vestirse como él. Quería ser como su hermano. Lo idolatraba, aunque hoy el recuerdo de este período está empañado por lo que sucedió después.
Desde la adolescencia, Brian era un adicto. Igual que muchos otros jóvenes de su generación, también cayó víctima de los opioides, uno de los males que todavía afectan a la juventud de los Estados Unidos. El sistema de justicia estadounidense no le ayudó a salir de ello, sino al contrario. Después de haber ingresado por primera vez a un correccional por posesión de anfetaminas, Brian fue arrestado una segunda vez por robo de automóviles cuando apenas tenía dieciocho años. Fue así que empezó su calvario. Entraba y salía de la cárcel periódicamente, y dejaba de ser la persona amable y altruista que era para convertirse en un recluso violento. No hay muchas opciones cuando estás dentro si quieres sobrevivir. Es como la ley de la jungla.
Sus padres hicieron todo lo posible por ayudarlo a desintoxicarse, pero sirvió de poco. Incluso hoy en día, Brian pasa por períodos relativamente tranquilos en los que parece que está bien, pero luego vuelve a caer en la pesadilla. Quienes conviven con un adicto saben lo difícil que es esta situación, cuánto duele cuando la esperanza de ver a su ser querido salir finalmente del túnel se desvanece ante sus propios ojos.