Muchos matrimonios sufren debido a algunos malentendidos, que son tan frecuentes que ni siquiera se los toma en cuenta. Son distorsiones que afectan la forma en que entendemos la intimidad, la buena comunicación y la sexualidad, y se trata de la misma falacia: estamos acostumbrados a ver solo una parte del panorama general de lo que significa el sexo y la intimidad en un matrimonio, y creamos falsas expectativas sobre esta visión sesgada.
Por ejemplo, solemos pensar que la intimidad significa encontrar a alguien que nos haga sentir aceptados y amados, pero esa es una visión limitada de lo que realmente puede ser la intimidad. También creemos que el sexo es, ante todo, un rasgo biológico del ser humano como animal, y que, por lo tanto, la falta de deseo sexual debe considerarse como una condición patológica, cuando en realidad esto no es así.
Si la existencia de una pareja se basa en estos malentendidos y distorsiones, con el tiempo esta se encontrará en una situación de desequilibrio de la que le será muy difícil salir. Por lo tanto, es fundamental que dejemos de lado la sabiduría convencional y descubramos los procesos en los que se basa la intimidad en una relación marital. Solo así podremos revivir el deseo sexual entre las dos personas y nos alejaremos de la visión pesimista según la cual el matrimonio mata la intimidad.
¿De dónde vienen la mayoría de los problemas de un matrimonio? Aunque no nos demos cuenta, muchas veces se deben a una excesiva fusión emocional, es decir, que las dos personas se vuelven una sola y se "pierden" en su conexión, que las controla y les impide actuar de manera independiente.
La fusión emocional no es sinónimo de "mucho amor", sino al contrario; cuando estamos totalmente fusionados, ya no somos capaces de reconocernos a nosotros mismos ni a nuestra pareja. Los celos y la posesividad son formas evidentes de fusión emocional, ya que no podemos aceptar que la persona amada pueda vivir sin nosotros, y viceversa. La fusión emocional también es la causa de la violencia de género y el femicidio, ya que el asesino pierde totalmente el sentido de sí mismo y es incapaz de aceptar el abandono.