En la sociedad actual hay mucha competencia. Siempre tenemos que ser los primeros en todo: el trabajo, el deporte, el ámbito económico. Es como si constantemente compitiéramos entre nosotros, y de hecho, muchas personas desarrollan el síndrome del trabajador quemado, porque están tan estresadas por el trabajo, presionadas y cansadas, que llega un momento en el que sufren un colapso psicofísico. Sufren las consecuencias de meses, incluso años, de trabajo ininterrumpido, un ritmo demasiado intenso y las comidas desordenadas. Terminan cansadas, deprimidas y con problemas de presión arterial e insomnio. Entonces, el problema es que la sociedad en la que vivimos no nos invita a llevar una vida más tranquila y relajada, al contrario. Fomenta esta interminable y agotadora carrera. Y así, para poder satisfacer todas estas demandas, cada vez más personas recurren a medios extremos, que a menudo son perjudiciales para la salud, pero que dan la ilusión de que se pueden lograr objetivos de inmediato. En cuanto a la actividad física, por ejemplo, el mercado ofrece muchos productos para mejorar nuestro rendimiento, como batidos de proteínas y suplementos. Y luego están las pastillas. En Estados Unidos se vende el Adderall como pan caliente, un estimulador cognitivo que ayuda a mantener la concentración y a estar más alertas y productivos. Lo usan mucho los estudiantes durante las sesiones de examen, ya que necesitan estudiar mucho y muy rápido. Pero también hay profesionales, como gerentes de empresas o empleados, que usan el Adderall ya que quieren mejorar su desempeño pensando en una posible promoción. Por otro lado, los deportistas usan el dopaje, que es una variedad de sustancias ilícitas que mejoran la condición psicofísica general. Tendemos a pensar que el dopaje se usa solo en los niveles altos, pero la realidad es que, lamentablemente, también lo usan jóvenes que compiten en categorías amateur. En 2013, en un estudio que se llevó a cabo en Estados Unidos se vio que el once por ciento de los estudiantes de secundaria usan la hormona del crecimiento, la somatotropina, para sobresalir en los deportes. En síntesis, pareciera que, en la actualidad, para tener éxito en algo, necesariamente hay que venderle el alma al diablo o morir en el intento, una perspectiva para nada emocionante.