No es un secreto que, en el mundo occidental, desde un punto de vista económico y social, las cosas no van bien. Podríamos analizar aspectos específicos como el PIB y los datos sobre las importaciones y las exportaciones, pero no nos proporcionarían una visión detallada y atenta. En muchos países, la brecha entre ricos y pobres sigue ensanchándose y una parte cada vez más grande de la riqueza está en manos de pocas personas. Esto ha causado la erosión de la clase media, la eliminación de la movilidad social y el aumento del malestar en la población. Uno de los principios fundamentales del capitalismo es el libre mercado. La idea es que un mercado, si es libre de operar en condiciones naturales – sin intervenciones gubernamentales – alcanzará de forma espontánea las condiciones ideales. Las acciones de todos los operadores lograrán un equilibrio natural que llevará a una perfecta repartición de los recursos y de las ganancias. Sin embargo, esta teoría no tiene relación con la realidad. Ocurrió algo diferente. Grandes empresas y corporaciones aprovecharon sus posiciones dominantes para influir en la política, con el fin de aumentar sus ventajas competitivas, incrementando cada vez más su poder en el mercado, convirtiéndose en intocables. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo puede ser que los ideales capitalistas, que prometían riqueza para todos, hayan conseguido resultados tan injustos? Y sobre todo, ¿qué podemos hacer para cambiar las cosas?