Los adultos son aquellos que ya han crecido. Su desarrollo psicológico está completo, su personalidad está definida y su identidad es evidente. No necesitan pedir permiso a nadie más que a sí mismos. Los adultos disfrutan de la plenitud y autonomía en sus decisiones. Son maduros, confiables y autónomos. Los adultos tienen en sus manos el poder afectivo, reproductivo, económico, jurídico, ejecutivo, individual y colectivo.
Fueron precisamente los adultos los que categorizaron las otras edades, en particular, la adolescencia y la infancia, y lo hicieron para satisfacer una necesidad específica. A finales del siglo XIX en Estados Unidos había una necesidad de gestionar a todos los jóvenes que se organizaban en bandas y deambulaban por las calles buscando algo que hacer. Así nacieron las escuelas secundarias estadounidenses, como un lugar físico para canalizar a estos jóvenes por razones de orden público, incluso antes de ser una institución educativa. Luego, la adolescencia fue sistematizada en la literatura en 1904 por Stanley Hall y la definió como una etapa del desarrollo en la que se toma distancia de la familia de origen con el objetivo de prepararse para convertirse en adultos. Una etapa en la que hay una necesidad de experimentar, y si este deseo está ausente, entonces hay un problema.
La infancia fue categorizada antes, en el siglo XVII. La idea de tratar a los niños como tales surgió de las cambiantes condiciones socioeconómicas. Antes de eso, los niños eran vistos como adultos en miniatura. Posteriormente, se dieron cuenta de que tratar a los niños como tales y educarlos podría ser de gran beneficio para toda la sociedad. De hecho, se convertirían en mejores adultos.