Había una vez un comerciante llamado Zenón de Citio. Un día, Zenón perdió toda su riqueza a causa del naufragio de una valiosa carga de mercadería. Para sobrevivir, Zenón confió en la filosofía de quienes le habían precedido; a partir de diferentes fuentes, desde Sócrates hasta el Cinismo, la Escuela Megárica y la Escuela Académica. Al final de este recorrido Zenón fundó su escuela, el Estoicismo, que toma el nombre precisamente de los pórticos (stoa) bajo los cuales los discípulos de Zenón paseaban durante sus razonamientos. Después de Zenón, los sucesivos maestros del Estoicismo fueron Cleantes y Crisipo de Solos; esta filosofía griega consiguió radicarse en el Imperio Romano y, después de cinco siglos luego de su nacimiento, llegó hasta Marco Aurelio.
El chico, destinado a convertirse en emperador, confió en el conocimiento de sus maestros y aceptó la filosofía estoica sin ninguna duda; se dice que en primer lugar se consideraba un estoico, y luego un emperador.
Gracias a las Meditaciones de Marco Aurelio y a los escritos de otros autores y filósofos romanos (principalmente Epicteto, Séneca y Cicerón), hoy en día podemos entender lo que significaba vivir la vida siguiendo la filosofía estoica. Cada corriente filosófica se reconoce sobre todo por lo que considera como el objetivo más importante de la vida: para los Estoicos, consiste en vivir según la sabiduría. Los Estoicos afirman que, ya que los seres humanos se distinguen de los animales porque tienen pensamiento, la razón es su principal herramienta, lo que gobierna sus decisiones y les permite evaluar si sus pensamientos, emociones o deseos son buenos, malos o indiferentes; por lo tanto debemos proteger y ejercitar nuestra habilidad para razonar y ser racionales, ya que nuestra sabiduría es lo más importante. También existen otras virtudes importantes que debemos cultivar, como la justicia que es la sabiduría en la esfera social, el coraje que es la sabiduría ante el miedo y la moderación que es la sabiduría ante los deseos. Sin importar su forma, la sabiduría requiere de la capacidad para distinguir entre lo bueno (las virtudes), lo malo (los vicios) y lo indiferente (todo el resto). ¿Qué quiere decir que todo el resto es indiferente? Naturalmente existen cosas mejores que otras: cualquier persona prefiere la riqueza, la salud y los amigos, a la pobreza, la enfermedad y los enemigos; pero también es cierto que todas estas cosas pueden ser buenas o malas según y cómo se utilizan, y es en este sentido que son indiferentes. La salud, la riqueza y la reputación son más que nada oportunidades que la vida nos permite utilizar en nuestro favor para vivir mejor; pero no son cosas que debemos acumular porque sino corremos el riesgo de apreciarlas más que a la sabiduría. Así que, el Estoico no vive para acumular ventajas, sino para aceptar cualquier cosa que llega y afrontarla con sabiduría, aprovechando las bondades o transformándola en algo más positivo; en otras palabras, el Estoico no necesita nada, pero usa todo de la mejor manera. La felicidad del Estoico proviene de tres fuentes; en primer lugar está la interna, que proviene de la alegría y la paz mental que derivan del vivir según la propia sabiduría. En segundo lugar, los Estoicos son felices cuando hacen el bien: ya que todos los seres humanos están dotados de raciocinio, todos son virtualmente nuestros hermanos, así que debemos desearles lo mejor. De esta manera, el Estoico se siente un ciudadano del universo, y se comporta con los demás ejercitando las virtudes de justicia, amistad, equidad y amabilidad. Por último, la alegría también proviene de la aversión a los vicios, ejercitando la toma de conciencia, el honor, la dignidad y la integridad. En contraste con estas fuentes de felicidad, naturalmente también existen las emociones negativas; según los Estoicos no hay que suprimirlas, sino aceptarlas por lo que son y afrontarlas con valor, autocontrol, aceptación y asertividad gracias a la propia razón: sentir miedo, preocupación, dolor y tentación es natural, pero lo importante es la manera en cómo reaccionamos ante todo esto.
Cuando aceptamos el Estoicismo como filosofía de vida, con una práctica cotidiana, tenemos la oportunidad de aprender más resiliencia emocional, fuerza de carácter e integridad moral. Los Estoicos enseñan cómo encontrar el sentido de la vida, afrontar las adversidades, gestionar la rabia, moderar los deseos, vivir de fuentes de alegría sana, resistir al dolor y la enfermedad con paciencia y dignidad, mostrar coraje ante la ansiedad, gestionar las pérdidas y confrontarse con la propia mortalidad de manera más o menos imperturbable. Pero es importante tener la fuerza y la paciencia para poner en práctica las enseñanzas de los estoicos cada día.