Hagamos una breve introducción antes de empezar: igual que el autor ha hecho en su libro, también nosotros, a través de este análisis, seguiremos su ejemplo y utilizaremos a menudo las palabras “mindfulness”, “concienciación” y “meditación” como sinónimos. Esto porque, según la visión del autor, los tres conceptos son extremadamente parecidos. De hecho, la mejor traducción de “mindfulness” al español es precisamente “concienciación” y la palabra “meditación” se refiere a todas esas veces que estamos llevando a cabo un esfuerzo para estar conscientes. Esto puede suceder durante un ejercicio en el que estamos sentados en silencio o incluso mientras estamos lavando los platos o haciendo cualquier actividad cotidiana. Este es el motivo por el que los tres términos pueden llegar a tener el mismo significado.
Comprendiendo qué es el mindfulness, cómo puede ser útil en nuestra vida y cómo empezar a practicarlo, estamos sentando las bases para un crecimiento personal profundo y el logro de una gran armonía interior.
Antes de abrir nuestros brazos al mindfulness, normalmente nuestras reacciones están guiadas por los instintos y los hábitos. Pero cuanto más cultivemos el mindfulness, menos esclavos seremos de nuestros pensamientos y emociones pasajeras. Después podremos entrar en nuestro interior, pulsar literalmente el botón de “pausa”, calmarnos y gestionar las situaciones estresantes con seguridad y facilidad. De algún modo, la práctica del mindfulness nos devuelve el libre albedrío.
Cultivar el mindfulness significa vivir de manera diferente y más equilibrada. A menudo recurrimos a la meditación como herramienta para solucionar estados de ansiedad, sufrimiento emotivo y dolor físico, pero independientemente del motivo por el que alguien empieza a practicar, al final todos tenemos el mismo objetivo: encontrar una manera más sana de ser un ser humano.
A menudo, el mindfulness se describe simplemente como la práctica del estar en el momento presente y para obtener este resultado lo más importante que tenemos que hacer es observar: observar lo que estamos haciendo, igual que observar lo que sucede a nuestro alrededor. Si observamos con toda nuestra atención y con los cinco sentidos empezaremos a percibir con más antelación, y el futuro y el pasado acabarán evaporándose. Esta situación es positiva, porque el futuro crea ansiedad y el pasado tristeza y recriminación, pero en realidad la observación es solo un aspecto de la práctica. Estar totalmente inmersos en el momento presente es un elemento importante porque es el primer paso para centrar nuestra atención en todo lo que está sucediendo en el aquí y el ahora, ya sea un pensamiento, una emoción, una tarea del trabajo o cualquier otra actividad, pero esto solo es el inicio. Si limitamos la definición de mindfulness solo a estar en el momento presente, dejaremos de lado otros aspectos importantes.
Una definición mejor podría ser la siguiente: encontrarse en el aquí y el ahora con claridad, sabiduría y amabilidad. Si llevamos nuestra conciencia al momento presente juzgando y con rabia, ¿ser conscientes nos sería útil? La respuesta es “no”. Para construir una práctica de mindfulness sana y benéfica es necesario cultivar un conjunto de comportamientos, actitudes y habilidades. Veámoslos a continuación.
Como ya hemos dicho, el primer paso es observar y estar en el aquí y el ahora.
El paso siguiente es la claridad: esto es importante porque nos permite ver la verdad. Por ejemplo, si sentimos ansiedad la identificaremos correctamente como lo que es y no la confundiremos con otras sensaciones.
Luego, es necesario utilizar la sabiduría y dejar de juzgar: es inútil etiquetar lo que vemos, para alcanzar la paz interior es necesario aprender a aceptar un momento dado por cómo es y sin el deseo de cambiarlo, y además son nuestras reacciones a los eventos las que realmente nos hacen sufrir, y no los sucesos en sí. Por lo tanto, si juzgamos tendremos más tendencia al sufrimiento.
El equilibrio es otro aspecto importante del mindfulness: si la energía y el esfuerzo que realizamos en una situación permanecen constantes e invariables, estaremos construyendo resiliencia interior y aprendiendo a movernos en situaciones difíciles con equilibrio y estabilidad.
También es fundamental el concepto de seguir cultivando el principiante que está en nosotros: cuanto más cómodos nos sintamos con lo que ya sabemos, más posibilidades habrá de que caigamos en “la trampa del piloto automático”, que es la enemiga número uno de la conciencia; tenemos que saber que no sabemos y desarrollar curiosidad por todo lo que es nuevo, solo de esta manera tendremos más tendencia a la observación y por lo tanto a ser conscientes.
De todos modos, nunca tenemos que olvidarnos de ser amables. Amables con los demás pero sobre todo con nosotros mismos. Si no lo somos, difícilmente lograremos observar con claridad. Por ejemplo, cuando practicamos la meditación tenemos que recibir y vivir la experiencia con amabilidad: aunque no lo consigamos no es un problema, es normal, es una práctica, no una carrera. Nadie nos juzgará si estamos luchando, no hay nada de malo en nosotros.
Por último, es esencial ser pacientes, y veremos mejor por qué en el próximo capítulo.