De alguna manera, todos estamos convencidos de que el objetivo de cualquier sociedad —entendida como empresa, realidad empresarial o negocio— es el logro de la prosperidad y el bienestar. Pero la pregunta a la que deberíamos responder es la siguiente: ¿quiénes son los que prosperan realmente y reciben los beneficios dentro del sistema que hemos construido? En la mayoría de los casos, se trata de un grupo reducido de personas que se enriquecen y disfrutan de privilegios, mientras que la mayoría de la gente no tienen ninguna ventaja, e incluso podrían estar explotadas. Además, muchas empresas empeoran las condiciones del planeta porque no toman en consideración el medio ambiente. Así que está claro que en el siglo XXI necesitamos un nuevo modelo, una reforma que tenga en cuenta todos los aspectos de la empresa y que los renueve a fondo. De hecho, la Doctrina Friedman, que durante medio siglo ha representado un punto de referencia de los gerentes y los economistas, ya no es aplicable e incluso amenaza nuestra existencia: ya no podemos pensar en un organismo sin responsabilidades, cuyo único objetivo es asegurar el máximo beneficio a los accionistas. Este sistema, sobre el que nos hemos basado hasta ahora, genera riqueza y trabajo pero también profundas desigualdades dentro de las naciones y las comunidades, y degrada el medio ambiente en el que vivimos, privándolo de recursos.
La crisis de 2008, que produjo el colapso de los bancos y las instituciones financieras, no fue el único motivo por el que este problema se dio a conocer. De hecho, estos sectores no fueron los únicos afectados y lo demuestra el hecho de que en los últimos años la confianza en las empresas ha disminuido progresivamente. Mientras las compañías se expanden más allá de las fronteras nacionales cruzando continentes, y la tecnología ofrece, cada vez más, nuevas soluciones que mejoran nuestra vida, tenemos que ser conscientes de la necesidad de un cambio de paradigma. Debemos construir un modelo alternativo y duradero, en el que la empresa produzca beneficios que puedan ampliarse y compartirse, reduciendo o evitando completamente las consecuencias negativas.