La vida de un gran deportista siempre es una historia apasionante, llena de lecciones que aprender y momentos inolvidables, y la de David Millar, campeón británico de ciclismo, no es una excepción. En todas sus anécdotas se puede percibir que conviven dos personalidades: la de un deportista apasionado y un soñador ávido de victorias, y la de una personalidad frágil que constantemente busca aprobación, es incapaz de disfrutar de la felicidad de sus éxitos y está destinada a caer en el lado oscuro de un mundo despiadado.
La biografía de David Millar no es solo una sucesión de victorias llenas de adrenalina, amargas decepciones y acontecimientos humanos de todo tipo, sino la historia de un ambiente (el del ciclismo profesional) que literalmente está devastado por el uso sistemático de sustancias dopantes. En su relato, Millar mantiene una lucidez extrema. Es un hombre que, a lo largo de los años, ha tocado las cimas más altas del éxito, pero también las profundidades más recónditas del infierno. Primero aclamado y luego estigmatizado, en todo momento David es consciente de su responsabilidad personal, y al mismo tiempo denuncia los aspectos de un sistema enfermizo, que hacía prácticamente imposible que un ciclista mantuviera ciertos ritmos a niveles competitivos sin la ayuda del dopaje.