Radical Candor

Cuando puse en marcha mi primera compañía, mi objetivo era construir un ambiente donde las personas amaran su trabajo y se apreciaran unas a otras. Sin embargo, en mi afán de crear un ambiente positivo y libre de estrés, descuidé una parte fundamental de la esencia de un jefe: decir a las personas de manera clara y directa que no están haciendo bien su trabajo.
Bob era una persona agradable y graciosa, con un óptimo currículo y óptimas referencias, pero tenía solo un problema: su trabajo era terrible. Es difícil decir a las personas que se están equivocando, liderar es un trabajo duro. Así que no le dije nada, hice yo misma su trabajo y eso hicieron también sus compañeros. Continué así durante diez meses, pero al final debí despedirlo. Cuando me preguntó por qué nunca le había dicho nada, toqué fondo en mi carrera. Nunca hice ninguna crítica a Bob y, lo que es aún peor, no había creado un ambiente en el que sus iguales le pudiesen avisar que se estaba pasando de la raya. La falta de halagos y críticas tuvo consecuencias desastrosas en el equipo y sus resultados. No solo era demasiado tarde para Bob, sino también para la entera compañía, y poco después quebramos.