Nadie habría apostado por ellos. Eran prometedores, es cierto, pero sus rivales lo eran aún más. Además, provenían de los Estados Unidos, que en ese momento estaban postrados por la crisis económica de 1929 y la Gran Depresión de la década de 1930. Su camino en absoluto fue lineal. Joe Rantz, Bobby Moch, Stub McMillin, Chuck Day, Shorty Hunt, Don Hume, Johnny White, Gordy Adam y Roger Morris tuvieron que afrontar muchos desafíos para poder competir en Berlín, y también la victoria final fue trepidante, en la que derrotaron por poco a los dos equipos favoritos: el italiano y el alemán.
El entrenador de la Universidad de Washington, Al Ulbrickson, siempre había soñado con ganar unas olimpiadas. En los años anteriores, Ulbrickson había elegido cuidadosamente a los nueve jóvenes que luego serían confirmados como el equipo de remo estadounidense. Hubo momentos buenos y otros no tanto, pero desde su primera victoria en la regata de Poughkeepsie en 1934, Ulbrickson sabía que esos nueve jóvenes podrían lograr algo maravilloso. Y así fue. Con la ayuda del experimentado remero inglés y constructor de las embarcaciones utilizadas por la Universidad de Washington George Pocock, Ulbrickson llevó a sus chicos a lugares que nadie hubiera imaginado, lo que sorprendió al mundo del remo y enfureció a Hitler, que había dado por sentada la victoria de Alemania.