Tener ideas originales no siempre es la clave para tener éxito en la vida, porque hasta una imitación descarada puede dar resultados satisfactorios. Estudiar a los mejores inversores del mundo es el camino para ser más ricos, más sabios y más felices. Algunos de ellos parecen filósofos modernos, ya que tienen ideas y comportamientos que pueden influir en cualquier persona y empujarla a tomar mejores decisiones, tanto en la vida como en el trabajo.
Así ha trabajado siempre Mohnish Pabrai, un inversor indio conocido por ser un "inversor clon". A lo largo de su vida, Pabrai ha copiado completamente a dos de los mayores inversores en valor de todos los tiempos: Warren Buffett y Charlie Munger. También se convirtió en un gran amigo de estos.
Ninguna idea de Pabrai es originalmente suya, ya que siempre ha puesto en práctica las ideas de Buffett sobre cómo administrar su negocio, construir su propia marca y evitar errores. Ni siquiera la forma de abordar las relaciones y la gestión del tiempo es obra suya.
Gracias a su experiencia, Mohnish Pabrai ha creado sus propias reglas para inversiones exitosas: clonar descaradamente, reunirse con personas que sean mejores que uno, tomarse la vida como un juego y no como una carrera de supervivencia o una batalla a muerte, mantenerse siempre alineado con uno mismo, nunca hacer lo que no queremos hacer o lo que no nos conviene, no preocuparnos por lo que piensen los demás, pero tener nuestro propio marcador interno para una autoevaluación.
En todo caso, debemos tomar la invitación de Pabrai a emular las mejores ideas de los gigantes financieros con criterio e inteligencia, es decir, siguiendo nuestro instinto de acuerdo con nuestra personalidad y el contexto en el que estamos. Cuando nos encontremos con un principio correcto, pero que el mundo aún no está preparado para aceptar, debemos avanzar en esa dirección y aprovechar la ventaja competitiva.
El calendario de Pabrai, que se inspira en Buffett, siempre está en blanco, así tiene tiempo de leer y estudiar las empresas a fondo. Su día típico tiene cero reuniones y cero llamadas telefónicas. Entre su personal, tiene un solo empleado: él mismo. De esta forma, no hay peligro de que alguien actúe por cuenta propia y cometa errores.