Así como Wall Street es para los banqueros, y Hollywood Boulevard para los actores, Sand Hill Road es un lugar mítico para los emprendedores: allí están las sedes de las sociedades de venture capital (capital de riesgo) que mueven el motor de las startups en América y en el mundo. El empresariado innovador es un gran riesgo, pero también una oportunidad que la economía americana necesita. Según un estudio realizado en 2010 por Kauffman Foundation, las startups son casi totalmente responsables de los 25 millones de puestos de trabajo creados entre 1997 y 2010.
La gestión de los fondos que alimentan estas ideas y este bienestar es delicada, la relación entre emprendedores y financiadores no siempre es fácil, también por falta de conocimiento recíproco. Es importante que el proceso que orienta la elección de las inversiones esté claro, para llegar a un acuerdo proficuo entre las partes. Como partners interesados en crear un business proficuo, emprendedores e inversores deben aprender a conocerse, a confiar el uno en el otro y a colaborar.
Para el inversor VC, firmar un cheque es el comienzo, no es el final: el trabajo sigue, hay que respaldar la empresa en la contratación de los talentos necesarios a su crecimiento, relacionarse con otras realidades productivas y compartir las experiencias. Solo el emprendedor puede desarrollar su propio trabajo y un inversor VC es eficaz si apoya a buenos emprendedores. Según un estudio de 2015 realizado por Ilya Strebulaev de la Universidad de Stanford y Will Gornall de la Universidad de Columbia Británica, el 42 % de todas las empresas estadounidenses que cotizaron en bolsa a partir de 1974 fueron financiadas a través de capital de riesgo.
La interacción entre inversores VC y emprendedores empieza por la presentación, el famoso pitch, y llega hasta la OPI (Oferta Pública Inicial) o hasta la adquisición. No es fácil recorrer este camino y la asimetría de la información puede crear problemas graves en una relación en la que, como en un matrimonio, el éxito depende del conocimiento y de la comprensión recíproca.
El primer inversor VC en abrir sus puertas a los emprendedores – en el sentido más estricto de la palabra - fue Y Combinator. Nació en 2005 y creó un modelo ejemplar para que sus startups pudieran crecer. YC selecciona un grupo de startups y las reúne por tres meses en un gran espacio, ofreciendo asistencia y formación, y favoreciendo el intercambio de competencias y experiencias. YC ha crecido a una generación de emprendedores, acompañándolos paso a paso en el proceso de lanzamiento de sus startups, y ha creado un ecosistema capaz de sostener el desarrollo de más de 1600 empresas como Airbnb, Coinbase, Instacart y Dropbox.