La investigación científica moderna ha cambiado profundamente el curso de nuestra existencia. El ser humano nunca ha sido tan longevo ni ha gozado de tanta buena salud como ahora. Sin embargo, los avances de la ciencia han transformado el envejecimiento y la muerte en experiencias médicas, que solo se pueden manejar desde el sistema de salud.
Debido a que se extendió la esperanza de vida, la muerte misma puede convertirse en un proceso muy largo, pero que debemos aprender a enfrentar.
La muerte no debe ser vista como un fracaso o un enemigo, sino como un evento que sigue el orden natural de las cosas. La muerte es inevitable, al igual que los impuestos. No hay escapatoria a la tragedia de la vida, es decir, que envejecemos desde el momento en que venimos al mundo.
No es agradable pensar en la muerte o en las enfermedades, pero tarde o temprano todos tendremos que lidiar con ambas, ya sea de forma directa o indirecta. La primera, cuando somos testigos de cómo envejece lentamente nuestro cuerpo, y la segunda, cuando le sucede a nuestros seres queridos. Justamente porque es un fenómeno inevitable, no podemos dejar de hablar de muerte y de morir.
A medida que envejecemos, lentamente los órganos pierden su fuerza y eficiencia. Los huesos, músculos y dientes pierden consistencia a la vez que se endurecen los vasos sanguíneos y las articulaciones. Mientras el cuerpo pasa por este proceso, el corazón se ve obligado a bombear con más fuerza para mantener el flujo sanguíneo, lo que provoca presión arterial alta en muchas personas mayores.
Ni siquiera el cerebro escapa al deterioro, ya que con los años se reducen sus dimensiones y en algunos casos esto provoca la demencia senil.
A medida que el cuerpo se debilita, nos volvemos cada vez más frágiles y propensos a contraer enfermedades, y menos capaces de cuidar de nosotros mismos. La debilidad muscular provoca caídas peligrosas en muchas personas mayores, lo que les obliga a tener que recurrir a ayuda externa. Los principales factores de riesgo que provocan las caídas son la falta de equilibrio, tomar más de cuatro medicamentos recetados por el médico y la debilidad muscular.
El proceso de envejecimiento hace que sea cada vez más difícil mantener un estilo de vida independiente, e incluso las actividades diarias más simples como ir de compras o ir al baño se vuelven cada vez más complicadas de llevar a cabo.
Eventualmente, tendremos la necesidad de contar con asistencia permanente, ya sea de familiares como de personal médico especializado, lo que muchas veces significa tener que pasar los últimos años de vida en un hospital o en una residencia de ancianos.
Es fundamental que consideremos el envejecimiento y la muerte como una realidad inevitable y que tratemos de que esta experiencia sea lo menos dolorosa posible.