Para muchas personas, abordar este tema con la pareja puede generar tensión. Los motivos pueden ser muchos: temor a herir sus sentimientos, sensación de no ser adecuados, miedo al rechazo, vergüenza, vulnerabilidad o incluso timidez. Pero, ¿por qué deberíamos hacerlo? La sociedad en la que vivimos nos hace creer que el sexo es algo que simplemente sucede, una alquimia natural entre dos personas que se miran a los ojos y automáticamente saben qué hacer y cómo satisfacer al otro. Si no es así, entonces creemos que hay algo que está mal en nosotros. Y nadie quiere tener problemas cuando se trata de sexo.
Spoiler: esto solo sucede en las películas. En la vida cotidiana, hablar de sexo es fundamental para el bienestar de la pareja. Nadie tiene una bola de cristal o la capacidad de leer la mente del otro para entender lo que le gusta y lo que no. Todos somos profundamente diferentes en este sentido, por lo que es necesario conocerse a uno mismo y aprender a conocer a la pareja.
Al comienzo de una relación, el sexo parece ser solo una cuestión de química ya que existe una atracción mutua muy natural en la pareja. Y en parte lo es. En los primeros meses de una relación, los niveles de serotonina y dopamina son realmente altos. Pero a medida que pasa el tiempo, estos se reemplazan por la oxitocina y la vasopresina, dos neurotransmisores que nos ayudan a relajarnos y a crear vínculos duraderos. Nuestro cerebro es incapaz de mantener el mismo nivel de deseo a largo plazo, y no hay nada de malo en eso. A esto se suman otros factores propios de la vida diaria. El estrés, por ejemplo, es un verdadero "asesino del sexo". El miedo al rechazo crea incomodidad, al igual que el temor a no estar a la altura, conocido como ansiedad de rendimiento. El perfeccionismo sexual puede destruir la vida sexual de una persona, ya que la presión que genera reduce el deseo. Hay una solución, tan sencilla como difícil de poner en práctica: es necesario relajarse. No es posible tener todo bajo control cuando se trata de sexo. Puede ir bien, puede ir mal. Pero asumir este riesgo es fundamental si se quiere tener una vida sexual gratificante.