Nuestros hijos viven inmersos en un contexto lleno de estímulos: tienen demasiados objetos, ven demasiada televisión y realizan demasiadas actividades. Muchas veces, esta condición hace que se sientan incómodos y que no exploten plenamente la alegría propia de la infancia. Es por esta razón que el autor enfatiza la importancia de simplificar la vida de nuestros hijos; es necesario tomarse un respiro del caos y eliminar todos aquellos elementos que puedan atentar contra la serenidad de los más pequeños. La historia de James y sus padres nos ayudará a comprender mejor este concepto. El niño, hijo de una maestra y un funcionario público, es brillante e inteligente, pero a menudo siente dolores de estómago y no duerme bien por la noche. También tiene muchas dificultades para relacionarse con sus compañeros; es decidido y seguro de sí mismo cuando habla con adultos, pero se vuelve tímido y retraído cuando charla con algunos compañeros de clase.
Analizando el estilo de vida de la familia, el autor se dio cuenta de que la atención de James estaba constantemente centrada en los noticieros y en las conversaciones de sus padres. Las comparaciones de las que era testigo le hicieron madurar y tomar consciencia, pero también le hicieron sentir miedo y estrés. Siguiendo el consejo del autor, la madre y el padre de James decidieron posponer sus acalorados debates a la noche, momento en el que James ya estaba en la cama. También eliminaron algunas pantallas de la casa, interrumpiendo el flujo de noticias que, desde la televisión, estaban llegando directamente a los oídos de su hijo. Los resultados no tardaron en llegar; el niño volvió a dormir tranquilo y los dolores de estómago desaparecieron. James también logró relacionarse mejor con sus compañeros y dedicó más tiempo a jugar con ellos. La clave era simplificar; sus padres entendieron que los estímulos a los que el niño estaba sometido eran demasiados y que todo lo que necesitaba era un poco de paz.