En 2005 Kevin Systrom era aún un estudiante de Stanford cuando Mark Zuckerberg se le acercó y le pidió que desarrollara una herramienta que le permitiera agregar fotos a los perfiles en “thefacebook.com”.
Pero luego de pensarlo, Systrom se negó porque creía que esa startup no iba a llegar muy lejos. Además, él tenía otros proyectos: graduarse y fundar su propia empresa en Silicon Valley.
Entonces, en ese momento decidió irse al extranjero (en concreto a Florencia, en Italia) para darle un vuelco a su vida.
Siendo estudiante de ingeniería y aficionado a la fotografía, en Florencia pudo perfeccionar sus habilidades como fotógrafo, y comenzó utilizando una cámara antigua. “Tienes que aprender a amar las imperfecciones”, le dijo uno de sus maestros. Y así, Kevin Systrom aprendió en Italia que es posible tomar fotos incluso sin utilizar herramientas sofisticadas. Por consejo de su profesor la cámara que utilizaba tomaba fotografías cuadradas que luego podían transformarse en una forma de arte gracias a la edición posterior. Esta experiencia en Italia podría ser la primera chispa que generó la idea de Instagram.
Luego Kevin Systrom regresó a Estados Unidos, continuó con sus estudios en la universidad y realizó una pasantía en Odeo, una empresa de servicios de audio y video en la que un pequeño grupo de amigos estaba a punto de lanzar el proyecto Twitter. Aquí Systrom llegó a conocer a Jack Dorsey, con quien luego entabló una amistad.
Después de graduarse, comenzó a trabajar para Google, mientras en su tiempo libre aprendía a desarrollar aplicaciones móviles. Justo en ese período, con el lanzamiento del primer iPhone, se estaba abriendo un mundo de posibilidades para los desarrolladores.
En 2007, los teléfonos inteligentes cambiaron la forma de usar internet gracias a Apple, porque ahora la web entraba en un teléfono delgado y sofisticado que todos podíamos llevar en el bolsillo. Este objeto comenzaba a ser considerado como de uso cotidiano. Entonces, desarrollar aplicaciones para iPhone se convirtió en el pasatiempo favorito de muchos ingenieros y entusiastas de la tecnología de Silicon Valley.
Kevin Systrom tenía una idea: una aplicación que permitiera a los usuarios etiquetarse a sí mismos y dejar que sus amigos supieran dónde estaban, compartir su posición e invitar a otras personas a ese lugar. El nombre de la aplicación era Burbn, inspirada en el whisky de Kentucky, que a Systrom le gustaba mucho.